Pussy Riot es un colectivo punk ruso que lleva un tiempo mostrando (con flash performances y eventos en lugares públicos) su desacuerdo con el actual régimen político en Rusia y sobre todo con la campaña electoral de su actual presidente, Vladimir Putin. Desde hace unos meses tres de sus componentes (Maria Alekhina, Yekaterina Samutsevich y Nadezhda Tolokonnikova) permanecen encarceladas tras su arresto durante una de sus performances: una «oración punk» llamada Hail Mary, Expel Putin y de una duración escasa en una catedral de Moscú. No faltaron palabras poco amables para Putin y la iglesia ortodoxa, cuyo patriarca había mostrado recientemente su apoyo (y pedido el voto) para el primero. Se espera que el veredicto salga el próximo día 17, tras haber terminado ya las sesiones previas.
Nadezhda Tolokonnikova, Yekaterina Samutsevich y Maria Alekhina, encerradas en una jaula de cristal durante una de las sesiones.
Los abogados de la acusación tacharon a las chicas de «extremismo e incitación al odio religioso», y sostienen que su performance tenía la intención de ofender a la comunidad Cristiana y Ortodoxa, pidiendo una pena de tres años de cárcel. Sin embargo, por ese delito podrían llegar a pasar hasta siete en prisión. Aún así, sus abogados alegan que acusarlas de «actos extremistas» es exagerado dado que no causaron daños ni a la catedral ni a la comunidad que allí se congregaba. De hecho, Amnistía Internacional (que las considera presos políticos) ha insistido en que las chicas dejaron el lugar cuando fueron requeridas y no provocaron daños ni actos de violencia, además de que su actuación duró escasos minutos.
Nadezhda, además, publicó un escrito en la web Free Pussy Riot en el que sostiene que el colectivo Pussy Riot nunca actúa con la intención de faltar al respeto y que básicamente sus actuaciones «son un intento de reacción a lo que está pasando en su país». Eligieron la catedral de Cristo el Redentor no porque fueran «enemigas del cristianismo» sino para tenderle la mano a esa comunidad contra un enemigo común para ellos: el autoritarismo.
A pesar de que estamos entre rejas, somos más libres que esas personas. Podemos decir lo que queramos, mientras que ellos solamente pueden decir lo que les permite la censura política. (…) Quizás ellos piensan que no está mal que hablemos en contra de Putin y su sistema, pero no pueden, porque está prohibido. Nadezhda Tolokonnikova, refiriéndose a los demandantes.
No estoy asustada de vosotros. No me asustan estas mentiras ni esta ficción, o la decepción que supone el veredicto de este «jurado». Porque mis palabras permanecerán, gracias a la libertad. Mientras cientos de personas lean y vean esto, esta libertad crecerá con cada persona que se preocupe y nos escuche en este país. Maria Alekhina.
Sus abogados además han denunciado que las chicas son privadas de sueño y no están siendo bien alimentadas, además del hecho de que el jurado no está permitiendo demasiadas objeciones a la defensa y además solamente tres de los 13 testigos que podían aportar algo fueron aceptados para declarar, mientras que todos los de la acusación pudieron pasar. Las sesiones, a mayores, duran unas 11 horas al día. Los adjetivos de «draconiano» y «estalinista» no han tardado en salir para un juicio que ha sido clasificado por la opinión pública (al menos, la que se ha enterado) de mediático y sobre todo un intento de ejemplarizar a la sociedad rusa. Putin, por su parte, le quita hierro al asunto declarando que las chicas «no deberían ser juzgadas demasiado severamente por sus actos».
Aquí abajo os dejamos con el vídeo de su actuación, aunque en este enlace podréis encontrar uno más corto pero con mejor sonido.
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Vía: Pitchfork y NME
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