Apenas habían dado las nueve menos cuarto de la tarde de ayer cuando los cuatro integrantes de Caxade nos sorprendían sobre el precioso escenario del Teatro Rosalía de Castro, haciendo gala, Alonso, de una envidiable capacidad pulmonar contra su chifre de capador llamándonos al Introito del Afiador da realidade y pronto, los pocos allí presentes, nos dimos cuenta de que ése era el lugar en el que había que estar ayer mientras se ponía el sol. Nos mimaron, nos dieron todo lo que quisimos y lo vistieron de crítica social. Nos engatusaron de la forma más simple. Una complicidad natural. Como la de unos conocidos que se encuentran después de tiempo y quedan para hablar de la vida. Los susurros a voces del autor de la mayoría de temas del grupo, se convirtieron en narraciones encantadoras, tan reales y ácidas entre tema y tema por el divertimento y por el hipnotismo revolucionario que generaban, que discurrieron como introducción de muchas de las canciones que anoche presentaban por segunda vez en A Coruña.
Sin embargo, no fue sólo el acordeonista el responsable de la complicidad que se vivió ayer en el Teatro Rosalía. Porque durante todo el concierto y obligados a seguirlos con palmas y a movernos sentados en las butacas, Caxade desgranaron por completo su álbum A Dança dos Moscas. Desde Amélia o Lei d’Hondt hasta Capadores de Extraterrestres. Pero por encima, muy por encima de todas ellas, sin desmerecer a ninguna, brillaron Xente Pota y Sr. Xorda y el juego de luces y focos, aunque meritorio, fue modesto. Pero para hacer no sólo música de verdad, sino para desempeñar un arte que realmente valga la pena, lo más difícil suele ser siempre el qué contar. Y no, no me refiero a entre canción y canción. Y aquí explico también muy bien el público que ayer estábamos allí, sentados y preparados para escuchar historias deliciosamente mundanas, vividias antes, ahora, y por todos. Hasta hubo tiempo de hablar sobre ‘a ambición das toupas’. Un directo de cuatro músicos sin más adornos, sin los arreglos que completan el disco. Porque dicen que cuando caen las vestiduras, caen también las armaduras y sólo nos queda disfrutar del Foliom da Rebeliom.
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