Nos encontramos ahora mismo Mr. Mandarina y yo en el coche de vuelta al hotel que nos ha pagado el jefe para poder ir al mejor día del festival Rock In Rio. Realmente no, tuvimos que pagar nosotros mismos el viaje, las entradas y por encima cumplir con las horas de trabajo, así que llegamos a la noche tras el concierto de Sôber. Como recordaréis, hoy era el día en el que tocaban Sôber, Motörhead y Metallica. Por suerte, llegamos a tiempo para ver a Lemmy Kilmister y los suyos. Tremenda la sesión de verdadero rock and roll la que nos dieron… Ahí os va nuestra crónica.
Único, incombustible, un Dios donde los haya: Lemmy Kilmister
Lemmy llegó a pocos minutos del comienzo del concierto, cigarro en mano, tras haber pedido 48 litros de sidra, no sé cuántos de cerveza y una buena cantidad de tabaco. Lemmy, Phil Campbell y Mikkey Dee comenzaron fuerte, con temas rápidos y contundentes que nos hicieron mover el esqueleto desde el primer momento. La increíble voz de Lemmy estuvo presente a lo largo de su actuación, al igual que su inconfundible sonido de bajo, sus bigotes, sus verrugas, su micro en alto para cantar desde arriba y su increíble presencia en el escenario, que realmente imponía. Mikkey Dee, el batería, muy eléctrico a lo largo de todo el concierto que lo llevó a un gran solo de bastante duración con el que arrancó al público presente una gran ovación final. Por su lado, Campbell tuvo la oportunidad de demostrar su maestría en un solo de guitarra, pero bajo mi opinión, fue una puesta en escena algo fría y hasta diría que soso. Nada, comparado con el resto de solos de las canciones. Mientras tanto, en las escasas pausas que realizaron (fueron temas muy rápidos y sin apenas pausa), Lemmy aprovechaba para mojar la garganta con alguna poción mágica que le hace tener esa voz curtida por los años y por el alcohol.
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