Parecía que no iba a llegar nunca la noche de ayer y sin embargo no sólo ya ha pasado, si no que el directo de Vetusta Morla en el Coliseum de A Coruña fue todo lo que se esperaba de ellos. La última vez que la que suscribe estas líneas tuvo ocasión de verles (al igual que Cris Andina, la artífice de las fotos) fue en la pasada edición del portAmérica, pero anoche tocaban al lado de casa y era cita obligada; y la emoción, la solidez y la precisión formal de estos seis muchachos anoche no se quedó muy atrás.
Comenzamos la velada en un recinto todavía a medio llenar para recibir a los mexicanos Zoé, formación de indie-rock que está acompañando a los Vetustos durante toda su gira. Un grupo con un tono muy adecuado para ir rompiendo el hielo ante un público que además parecía responder de manera receptiva (lo normal si pones a unos teloneros del mismo estilo que el grupo). Interpretaron Dos mil trece, Soñé y Arrullo de estrellas, entre otras; y sonaron nerviosos por momentos pero con un carácter romántico que tiró de progresiones efectivas pese a que el sonido anoche no jugara del todo a su favor dado que el Coliseum es un sitio bastante especialito en cuanto al rendimiento de éste.
Pero llegaba la hora de que los protagonistas de la noche salieran a escena y el arranque con La deriva y Fuego supuso un despegue lento, un calentamiento tenso pero tranquilo. La temperatura fue subiendo durante los primeros compases hasta llegar al primer estallido de la noche con su Golpe Maestro. Hipnotizaron al público a base de una percusión contundente y lo pusieron a bailar y saltar. Al término de este tema, los madrileños Vetusta Morla ya se habían metido a los allí presentes en el bolsillo y habían logrado sorprendernos a muchos sin necesidad de hacer alarde de precisión o técnica en su interpretación, sino más bien, a base explosiones de luz y sonido, una postura impecable sobre el escenario y no dejar respiro durante los primeros momentos de la actuación. «Fue un golpe maestro quitarnos la sed».
Tras ello llegó el momento de calmar un poco el arrebato de locura que dio paso a La mosca en tu pared con una actitud algo más contenida sobre el escenario, aunque Pirómanos volvió a poner la maquinaria en marcha tras la presentación de rigor con un: “Buenas noches, Coruña. Es un placer estar en una ciudad tan abierta al mar y a las derivas, pero que sea una deriva abierta a transformaciones pensando en el de al lado, en la comunidad…”. El goteo de temas de aquí y de allá nos llevó a Lo que te hace grande, elevando tensiones pero frenando para que éstas no se desatasen por completo ya que quedaba mucho por delante. Escalando lentamente hasta que sonaron las sentidas notas de Un día en el mundo, uno de esos temas que casi todo el público esperaba con impaciencia y que con su aberratadora fuerza no defraudó. Sirvió de puente hacia unos Cuarteles de invierno y una consodilación en la ejecución del disco que dejaba al descubierto al caer la lona de la parta de atrás del escenario y la Maldita dulzura con la que se toman el directo estos Señores. Así, con mayúscula.
Ciertamente, el pulso de su directo se mantuvo constante en algunos temas nuevos y puede que sea porque les falta pulirlos en directo, pero aún así, Pucho estaba completamente en contacto con el público y se desmelenaba por completo mientras sus secuaces lo acompañan presentando sus credenciales como músicos. En cualquier caso, la quinta velocidad de la noche llegó de la mano de Mapas, y es que si algo tienen es que sus canciones se acaban convirtiendo en clásicos. Así, de las doce canciones de La deriva, todas fueron apareciendo y algunas en perfecta concatenación con las antiguas, como fue el caso de ¡Alto!, Copenhague y Salas de espera. Anoche fue como si guardaran en una caja todo su trabajo reivindicando que en conjunto son un todo y en la cresta de la ola se marcaron unos momentos apoteósicos con Valiente y La cuadratura del círculo en los que se empeñaron en que todos los presentes se arrancaran a bailar. Tour de Francia y Fiesta mayor sirvieron de buen cierre antes de los bises, que se desarrollaron ya sin caretas ni lentitudes, todo electricidad y emoción para cerrar un concierto de algo más de hora y media en el que acabó en locura con la interpretación de Una sonata fantasma y las imparables Sálvese quien pueda y El hombre del saco de lenta ascención hacia la locura volvió a poner el Coliseum patas arriba de manera inevitable. Aunque todavía les quedaba un as sobre la manga.
Sea como fuere, musicalmente hablando fue un gran concierto, en el que Vetusta Morla rindieron honores merecidos a su último álbum y lo encandilaron con matices de los dos discos anteriores, sí, los que los pusieron en lo alto, sobre todo Un día en el mundo. El sabor de boca aún hoy es excelente con ese final en puro éxtasis de la mano de Los días raros en el que a más de uno se le puso el corazón a una velocidad de vértigo en continuo ascenso. Así que mientras no llegan nuevos encuentros, no lo olviden, queridos: esta noche estarán (sospecho que dándolo todo de nuevo) en Vigo, donde ya han agotado entradas.
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