Sting & Royal Philharmonic Orchestra @ Palacio de Deportes (Madrid, 30/10/2010)

A pesar de la amenazante pero por suerte poco constante lluvia que asola Madrid durante estos últimos días, un servidor consiguió abrirse paso entre la maraña de gente y poco a poco ir cobijándose hasta llegar desde la boca de Metro hasta la entrada correspondiente del Palacio de Deportes, donde aproximadamente una media hora después iba a tener lugar un concierto bastante esperado en la capital de España, ofrecido por nada más y nada menos que Sting y la Royal Philharmonic Orchestra de Londres. Como el usurero y agarrado Señor Tanaka se negó completa y rotundamente a sufragar los gastos para la adquisición de la entrada del concierto, fue un servidor quien tuvo que adquirirla por su cuenta y riesgo económicos y soltar de su bolsillo el efectivo para la misma, pero debo añadir que mereció la pena el gasto.

Tras una breve cola para entrar (ya que fue llegar a la puerta y entrar, literalmente), y una vez ocupada mi localidad, que estaba situada más o menos donde Cristo perdió la ya manida y consabida sandalia (4º planta, mirando hacia el escenario y viendo a todos como pequeñas hormiguitas desde allí), solamente quedaba esperar y tras un pequeño caos causado por algunos de los acomodadores, que no debían estar en lo que se celebraba, el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid se llenó en un abrir y cerrar de ojos, pareciendo que la mitad del público se había puesto de acuerdo en llegar al recinto en los últimos 10 minutos antes de que comenzase el show. Increíble pero real como la vida misma, lo cual prueba que aquí se vive a otro ritmo.

Con unos diez o quince minutos de retraso (haciendo gala de las costumbres españolas, como no podía ser de otra forma), comenzaba a salir la Royal Philharmonic Orchestra y dichos músicos ocupaban sus asientos mientras el resto de músicos acompañantes y el director de la orquesta iban haciendo lo propio y casi al momento, salía Sting al escenario y el concierto daba comienzo con If I ever lose my faith in you, tema en el que una orquesta de lo más inspirada y unos arreglos relamente increíbles (y bastante fieles al tema original, debo añadir) acompañaron a una brillante interpretación vocal y dos pequeños solos de armónica para comenzar fuerte, con buen pie y unos atronadores aplausos, para continuar después con el clásico de The Police Every little thing she does is magic, que todos recibimos con aplausos y coreamos el estribillo mientras dábamos palmas (y cuando digo todos era todo el Palacio de Deportes, y es que la magia de Sting llega hasta ese punto).

Después de una pequeña introducción de los músicos que le acompañaban en el escenario nos encontramos de sopetón con Englishman in New York, otro clasicazo en que pudimos disfrutar de un enorme solo de clarinete y otro de percusión, además de comprobar que la sección de viento metal de la orquesta tiene sentido del humor, haciendo gestos y acompañando a Sting en los coros del final del tema y animando al público a hacerlo también. Acto seguido, Sting cogió la guitarra española y nos deleitó con Roxanne (también original de The Police), que hizo las delicias de todos los asistentes con una magistral y romántica adaptación acompañada de una iluminación que no le tenía nada que envidiar a la del parisino barrio de Pigalle en su época de máximo apogeo.

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Igualico, igualico que el DiCaprio en Titanic.

Luego llegó Straight to my heart, tema en el que quedaron patentes y al descubierto las influencias jazzísticas del que lo firma y también una curiosa combinación de toques pseudo-aflamencados y tribales que conformaron cuanto menos un arreglo curioso. A continuación Sting se tomó unos instantes para bromear con la audiencia sobre las vicisitudes del amor (ya fuera correspondido o no correspondido) y nos ofreció una preciosa y sentida versión de When we dance (uno de los puntos más románticos de la noche), con bailarines incluídos a un lado del escenario y un magistral despliegue instrumental por parte de la orquesta y vocal a cargo de la increíble Jo Lawry, que si ya sólo con el tema nos habían cautivado, con ella acabaron de conquistarnos a todos los que abarrotábamos el recinto aquella noche.

Siguiendo con las bromas y las alegorías, Sting se colocó un abrigo porque según él, el siguiente tema estaba inspirado en un lugar en el que hacía mucho frío, y como no podía ser de otra forma, el tema del que hablaba era Russians, que constó de una majestuosa overtura por parte de la orquesta y llegó a estremecer a muchos de los allí presentes con la increíble ejecución y a muchos nos caló bien hondo. El siguiente tema fue I hung my head, en el que la orquesta volvió a lucirse de nuevo convirtiendo la que ya de por sí es una muy buena canción en algo realmente magistral con lo que nadie allí podía contar de antemano. Sting también quiso poner su grano de arena instrumental en este tema, y por ello usó brevemente la harmónica en un par de secciones del propio tema para enriquecer si cabe más aún el trabajadísimo arreglo.

Sting en un momento de trance. (Madrid Diario / Kike Rincón)

Y bajando un poco el pistón, vino una serie de temas algo más lentos conformada por el inmortal clásico Shape of my heart, aplaudido por todos los asistentes nada más comenzar y ejecutado con el gusto y el refinamiento habituales en Sting y Dominic Miller (éste último con la guitarra española) y con una orquesta inmensa y realmente sobrecogedora que nos mantuvo a todos en un silencio sepulcral desde que comenzó el tema hasta que terminó para no perdernos ni un sólo detalle del mismo. Después de una dedicatoria a su padre, comenzó a sonar Why should I cry for you?, con un intersante arreglo de percusiones y guitarra eléctrica y unos magníficos y fluctuantes matices a cargo de la orquesta que dejaron el tema en lo más alto para que Sting lo coronase con una de las mejores interpretaciones vocales de la noche y finalizando con un extraño instrumento de percusión conectado a un módulo de efectos con el que finalizaron el tema de un modo tremendamente experimental, eléctrico y ecléctico que nos dejó a todos boquiabiertos.

Acto seguido, el concertino de la orquesta se levantó de su asiento y ante la señal de Sting, nos obsequió con un magistral y tremendamente técnico solo de violín que sirvió para dar paso a Whenever I say your name, tema en el que Sting hizo un dúo con Jo Lawry, la cual con un derroche enorme de voz comenzó a volvernos locos a todos los que estábamos en mi zona. El tema cogió un ritmo bastante groovy y finalizó con un nuevo solo del concertino, que volvió a dejarnos a todos blancos de la impresión. Cuando ya estábamos distraídos creyendo que el concierto iba a ser más de la orquesta que de Sting (por el paso que llevaba), el británico se encargó de recordarnos por qué habíamos ido allí y nos ofreció una de las mejores interpretaciones de Fields of gold que he escuchado en mi vida (y no han sido pocas), con una orquesta increíble, sutil y detallista y un preciso solo de guitarra española de Dominic Miller coronando el tema. Y apenas sin dejarnos tiempo para reaccionar, Sting cogió la guitarra española y comenzó a sonar Next to you (otra versión de The Police) con una orquesta que disfrutaba tocando a todo trapo y ahí acabó la primer parte del concierto, tan potente como había empezado.

Vista del escenario desde el quinto pino. (Qué!)

Tras un breve descanso de aproximadamente unos veinte minutos, y tener que soportar las charlas banales de culturetas condescendientes y pseudo-entendidos en música clásica varios que había dispersos a mi alrededor (la mayoría extranjeros y mayores de cuarenta años), todo el tropel subió de nuevo al escenario, y con el director de orquesta animando al personal, comenzó la segunda parte del concierto con una preciosa y lograda interpretación de A thousand years en la que Sting sacó del guardapolvo una preciosa Fender Stratocaster para acompañar la canción e incluso la decoró con vistosos arreglos con delays y compresores. Al terminar ese tema, Sting cambió de guitarra para coger nuevamente la española y deleitarnos con This cowboy song, que sonó de lo más country (como debe ser) y con un Sting impresionante vocalmente hablando y una orquesta inconmensurable, que aderezados con el solo de guitarra y los cuatro ocupantes de la línea frontal (Sting, Jo, Dominic e Ira) bailando al alimón, nos sacó a todos la sonrisa al momento e hizo que todos comenzásemos a dar palmas al ritmo de la música.

Después, Sting nos habló de una canción que trataba de un tema complicado de abordar en cuanto al tema del que habla la letra, según él… y es que Tomorrow we’ll see, en palabras de su propio autor, «trata de un hombre que es travesti y además puta». El caso es que el tema en cuestión sonó estupendamente, dándole un ambiente musical de burdel de principios del siglo pasado y con vídeo y todo, aunque creo que me ahorraré la descripción del mismo por si acaso hay ojos sensibles que lean ésto. En ese momento, llegó uno de los que considero mejores temas de la noche, ya que Moon over Bourbon Street nos cautivó a todos desde el primer momento, y decir «cautivar» es poco, ya que más bien nos hipnotizó a todos con su multitud de matices de banda sonora de cine negro, de terror y similares, la luna de fondo en una proyección, imágenes de la película Nosferatu, aullidos simultaneos, un piano-bar, un enorme solo del concertino y el propio Sting tocando un theremin lograron hacer que se me pusieran todos los pelos de punta y aplaudiese como un poseso al terminar, con las consiguientes miradas de perplejidad a mi alrededor, aunque poco me importó, ya que estaba disfrutando como un crío con zapatos nuevos.

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Él entendió mi calvario durante el descanso. (Madrid Diario / Kike Rincón)

Y comenzó a sonar The end of the game, que particularmente a mí me encanta, con lo cual mis oídos estaban más atentos que nunca y apreciar el buen hacer de Sting a la guitarra española, los arreglos y crescendos de la orquesta (que sin duda, si tiene todas las noches como ésa, no me extraña que la consideren de las mejores del mundo) y Jo Lawry a los coros de nuevo formando una interesante y grandilocuente amalgama tonal y de registro. Luego se bajó el pistón del ritmo y comenzó la preciosa You will be my ain true love, completamente céltica y con un dueto impresionante de Sting con Jo a la voz y un concertino y un cello solista que sin duda se ganaron el pan aquella noche sobradamente. Seguidamente llegó All would envy, en la que pudimos disfrutar de unos templados y precisos solos de trompeta y un ambiente muy tierno durante todo el tema, aderezado con un pequeño crescendo tonal en la voz que añadió su pizca de romanticismo extra a la canción (y a esas alturas yo tenía la glucosa sobrepasando los límites medicamente humanos).

Luego llegó Mad about you, con unos arreglos entre sefardíes y épicos que pasaron al pop más puro pero sin perder la esencia y con una grandísima interpretación por parte de todos, con una especial y simpática mención a Jo Lawry de nuevo, que hizo una graciosa rutina de movimientos con la pandereta de la que todos nos dimos cuenta gracias a la cámara central, que la enfocaba cada vez que llevaba a cabo la misma. A continuación sonó King of pain (otra de The Police), que nos tuvo a casi todos de pie dando palmas desde el comienzo, y se ve que los músicos en el escenario se contagiaron de nuestra alegría, porque poco a poco todos se fueron animando, Dominic Miller con un magnífico solo de guitarra y la orquesta acabó practicamente de pie al final del tema, hecho que fue coreado entre risas en el recinto. Y cerró el setlist oficialmente la archiconocidísima Every breath you take (al resto de componentes de The Police les aumentaría la saca buenamente ese día debido a los royalties, supongo), que sonaba tan estupendamente bien, o mejor aún que siempre con la orquesta, los amagos de final inconclusos y comienzos de nuevo con la repetición hasta la saciedad del estribillo mientras Sting presentaba de nuevo a los músicos y se iba del escenario entre una marabunta de aplausos y gritos de «¡otra, otra!». Tras otra hora, terminaba el concierto…

«¡Vamos todos! ¡Más alto, que no os oigo!» (Zimbio)

¡Falsa alarma, amigos y amigas! En ese momento, cuando todos creíamos que se iba a terminar el espectáculo y los músicos principales saludaban y se iban… volvieron al escenario y comenzaron los bises. El primero de ellos fue un espectacular y desértico (valga la redundancia, desde luego) Desert rose, en el que las percusiones y la orquesta en modo serfardí fueron los grandes protagonistas, a la par con los gritos de Jo y Sting, que volvieron a lucirse con un pequeño baile cada uno al son de la hipnótica música que los envolvía.

En el segundo bloque de los bises sonó primero la tremendamente animada y rockera She’s too good for me, que nos tenía a todos ya de pie saltando y dando palmas mientras algunos de los violinistas de la orquesta se pusieron sombreros de chistera de vistosos colores para la ocasión y determinadas secciones de la orquesta saltaban en bloques de manera aleatoria (sí, estáis leyendo bien… saltaban) mientras Sting tañía una preciosa guitarra eléctrica jazzera cuyo modelo no pude llegar a discernir desde donde estaba situado. Y seguidamente la icónica Fragile, con Sting a la guitarra española y todos demostrando que la conjunción de elementos dispares suele dar buenísimos resultados en la música y éste era un grandísimo ejemplo de ello.

Y el tercer y último bloque de bises se compuso unicamente de un tema, cantado por Sting a capella, ya que no había más músicos alrededor. I was brought to my senses sonó realmente bien y la valentía de Sting al hacer un tema de esa magnitud a capella nos hizo dejarnos las manos aplaudiendo lo que sí ya era el final del concierto a pesar de nuestra voluntad de que siguiese.

«¡Oye, un abrazo!» (El Mundo / Sergio Enríquez-Nistal)

En fin, tras haber tenido la suerte de presenciar un conciertazo enorme con todas las letras, en negrita y en un tamaño de fuente bastante grande, abandoné mi localidad con una sonrisa en la cara, pasé por el puesto de merchandising para hacerme con algunos recuerdos del concierto y salí por donde había entrado para coger el metro de vuelta a mi casa, más feliz que una perdiz y con miles de recuerdos que más o menos he intentado plasmar en esta crónica. ¡Ah, y me parecería totalmente injusto terminar ésto sin mencionar a los excelentes músicos que acompañaban a Sting en el escenario! Fueron los siguientes: el versátil y sutil Dominic Miller a las guitarras y a los coros, la dulce Jo Lawry con voz, coros y pandereta, el contundente Ira Coleman al bajo eléctrico y contrabajo, el metrónomo humano Rhani Krija con batería y percusiones, el genial David Cossin a las percusiones y programaciones, y cómo no, la Royal Philharmonic Orchestra de Londres (y sus excepcionales solistas) con el indiscutiblemente enorme Maestro Steven Mercurio a la batuta. ¡Grandes!

Setlist:

Parte 1:
01 – If I ever lose my faith in you
02 – Every little thing she does is magic
03 – Englishman in New York
04 – Roxanne
05 – Straight to my heart
06 – When we dance
07 – Russians
08 – I hung my head
09 – Shape of my heart
10 – Why should I cry for you?
11 – Whenever I say your name
12 – Fields of gold
13 – Next to you

Parte 2:
14 – A thousand years
15 – This cowboy song
16 – Tomorrow we’ll see
17 – Moon over Bourbon Street
18 – The end of the game
19 – You will be my ain true love
20 – All would envy
21 – Mad about you
22 – King of pain
23 – Every breath you take

Bis 1:
24 – Desert rose

Bis 2:
25 – She’s too good for me
26 – Fragile

Bis 3:
27 – I was brought to my senses

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Acerca de Digisequencer

Criado entre los férreos y blindados parámetros de la música clásica, huí y encontré un nuevo y maravilloso mundo, habitado por instrumentos electrónicos que me aceptaron como un igual en su seno. Desde entonces vivo conectado permanentemente a un generador de ondas sonoras del que me alimento, y de vez en cuando salgo de allí al mundo real para ver algún que otro concierto.