El revuelo que Edward Sharpe & The Magnetic Zeros causó hace un par de años con su Up From Below fue bastante intenso. Su gran éxito, Home, increíblemente sonado y radiado estaba lleno de alegría y buenrollismo. Tan hippiesco que te colocaba una sonrisa en la cara sin necesidad de sustancias dopantes.
Algo así me esperaba cuando supe que Alex Ebert sacaría disco este año. Cuando escuché el adelanto, Truth, algo se removió dentro de mí. Era mágica. Solo podía esperar a que hubiera un par de temazos más así para considerarlo uno de mis discos del año.
Alexander lleva por nombre y título, se publicó el pasado 1 de marzo y ha pasado un poco desapercibido por el mundillo en general. Tal como os adelantamos en su momento son 10 cortes que beben de un montón de influencias, con un resultado bastante experimental, de aires alegres por momentos e intimistas en otros y en el que Ebert se encarga de componer, de tocar y de cantar en todas las canciones, haciéndolo digno de admiración. Con ese puntito optimista del que hablamos empieza el álbum, abriendo la lata con Let’s Win!, un canto a muchas de las tantas injusticias cometidas por el mundo.
El Ebert purista, únicamente él y su guitarra.
Con una Awake My Body muy espiritual, sigue el camino de instrumentos alegres, cascabeles y fanfarrias, hasta pasar al tema que anteriormente mencioné: Truth. Se trata de una canción intimista y muy personal, donde Ebert invoca a su yo más profundo para lograr una atmósfera envolvente de nostalgia, soledad y pesadumbre.
Ebert rompe esta atmósfera creada con In The Twilight, que nuevamente reaviva el ánimo a pesar de ser una canción de despedidas y desamores. Al amor canta, aunque parezca mentira, en Bad Bad Love, la cual recuerda por momentos al Just Like a Woman de Dylan. Vuelve a relajar con ésta, nuevamente pausada y tranquila, para conseguir calmar por completo con una Old Friend donde no hay sobresaltos y prima el celestialismo. La vuelta a la música animosa y amorosa llega con A Million Years, otro de los grandes temas que componen este álbum. Podría describir la canción con un solo verso de la misma: like a rainbow crash. Está llena de colorido, de corazoncitos rosas y de felicidad por haber encontrado el amor.
Me enamoré del último minuto de su videoclip.
Remember our heart nos traslada a los ritmos sesenteros, con un Ebert cambiando la voz para deslizarnos la letra al oído con un ligero falsete. Glimpses marca la balada real y triste. Escuchamos una voz rota, una guitarra y unos arpegios, un conjunto que consigue transmitir el dolor y la angustia existencial de la que tanto nos gusta hablar muchas veces. Para finalizar, nos queda una nana que bebe increíblemente de canciones infantiles: Let’s Make a deal not to make a deal. Ideal para acurrucarnos, susurrar buenas noches y apagar la luz.
En definitiva, Alexander se aleja del hippismo de Edward Sharpe para convertirse en un disco muy introspectivo, espiritual y personal. En alguna entrevista Ebert habla de sus escarceos (y no tan escarceos) con el éxtasis o la heroína, experiencias que de alguna manera le hicieron ver que buscaba la muerte por la única razón de no saber cómo asimilarla. Estos miedos están presentes en buena parte del disco, que varía poco en la temática y en lo musical, pero no por ello es execrable. Es un lienzo donde hay pinceladas de country, de folk, de Dylan, incluso de Morricone en lo melodioso por determinados momentos. Canciones como Truth y A Million Years hacen de él un buen LP, pero quizás le ha faltado otro empujón más para llegar a ser uno de los más destacados del año. Sin embargo, me congratula saber que hay vida más allá de Edward Sharpe & The Magnetic Zeros, y que este hombre está dispuesto a repartir amor a los cuatro vientos.
Alex Ebert: Página oficial | Facebook | Twitter | Last.fm | Alexander en Spotify