El límite de la vergüenza que puede sentir uno mismo lo pone el individuo en sí. Quizás te dé reparo ir a correr en mallas, o te acomplejes porque eres cliente VIP en el Bershka de tu ciudad, y sin embargo te gusta henchir el pecho por lo bien que conoces las letras de Mojinos Escozíos o cuando acompañas a la Orquesta Panorama en todas sus giras. Los guilty pleasures están ahí, aunque ¿deberían estar? Imagino que si disfrutas escuchando Vetusta Morla no deberías sentirte inferior al resto, sino sentirte orgulloso por hacer algo que te provoca una satisfacción interior, aunque a ojos del resto pueda verse con cierta inquina repulsiva.
Lo cierto es que hacen «derreír».
Pero aquí en Tanaka andamos siempre acomplejados con lo que nos puedan decir los demás, por eso hemos preparado un largo especial con todos esos placeres nuestros que nos hacen sentir culpables. Culpables de madre de dios cómo se me notan esos días que me faltan, avergonzados de que no me pille la parienta escuchando esto que luego se lo cuenta a mis amigos.
James Ulrich nos deja no uno, ni dos, sino un chumichurri de artistas de diversa índole de los que dice no avergonzarse. No puede ser bueno, así quedó el pobre:
Entre mis variados gustos, que van desde cualquier tipo de metal, a la electrónica más brutal, pasando por lo más moderno y alternativo del momento, hay bastantes grupos o canciones que me encanta escuchar y que seguramente más de uno sentirá vergüenza ajena por ello. Ejemplos válidos son La oreja de Van Gogh (época de Amaia), Baby One More Time de Britney Spears (y un sinfín de canciones de este tipo para el SingStar), Gabry Ponte (rememorando viejos tiempos de mi juventud), Porta (ahora no tanto, pero tuve su época con su primer disco), por supuesto Lady GaGa, Una foto en blanco y negro de El canto del loco, The Reason de Hoobastank (JU suelta una lagrimilla), Ráfaga, Chayanne, Rocío Jurado y la Pantoja. Ah, y que no falten unos grandes: los Gipsy Kings. Os dejo con un temazo que contiene uno de los riffs más heavies que ha parido la música española en toda su historia. Ojalá alguien haga una versión de metal.
Maggie May es una chica lista (ha adivinado mis intenciones a las primeras de cambio), pero dentro de su currículo se incluyen atrocidades como las siguientes:
No sé si esto es una «engañifa» del colega Mandarina para dejarnos a todos en evidencia, pero dejando a un lado mis temas de rock, indie y heavy preferidos, reconozco que he bailado con mucha alegría y emoción algunas canciones del disco Papito de Miguel Bosé. Pero… hasta límites insospechados. Además de contener el temazo Amante bandido con Alaska, Morenamia y Como un lobo, (a dueto con Julieta Venegas y su sobrina Bimba respectivamente) lo petan en exceso. No me digáis que no… Eso es algo que he hecho en un tiempo no muy lejano. Pero sabéis que tengo una edad bastante avanzada, así que he de reconocer que guardo la cinta original de El niño invisible de Bom Bom Chip y que todavía me sé las canciones de memoria; el primer CD de Bustamante y varios de los Backstreet Boys que todavía escondo con cariño. Con polvo y alevosía, sí, pero con cariño. Tuve mis momentos de pequeña inútil intentando grabar de CD prestado a cinta de 100 pesetas otras grandes obras como Más de Alejandro Sanz o Supernatural de Des’ree. La vida era más bonita entonces y tenía sitio para danzar y gritar en la hermosa habitación de mis padres, ahora solo me queda meter los temas en las listas de reproducción de mis fiestas más alcohólicas. Esta nunca falta:
Una redactora cuyo nombre aún no delataré, orgullosa experta del moderneo, shoegaze y post-rock, queda completamente al descubierto al revisar su historial delictivo: ¡José Manuel Soto!
Hay un momento en la vida de toda persona en el que la vergüenza ajena empieza a condicionar la propia. Y si encima su evolución es un ser con gafas de pasta y aires intelectualoides que habla de Sigur Rós como si entendiera lo que dicen, este sentido del ridículo recién descubierto se convierte en sentido del deber. Después de labrarse una reputación de independiente y transgresor, crítico (si no criticón) de lo mainstream y enarbolar como bandera palabras tan modernas como ‘indie’, ‘shoegaze’ o ‘post-rock’, encontrarle tarareando la banda sonora de Aladdin puede suponer el fin de su carrera. Así que revisa cuidadosamente su scrobbling de last.fm, oculta ciertas listas de Spotify, sólo menciona en público artistas estratégicamente seleccionados y relega las canciones que solía cantar con orgullo a la intimidad de la ducha, sonriendo con nostalgia al escucharlas en un karaoke sin atreverse a subir al escenario.
Menos mal que éste no es mi caso. Yo, que gasté la vergüenza de tanto usarla (la moderna que hay en mí está a punto de estrangularme), no tengo ningún reparo en confesar que me sé de memoria algún cassette entero de José Manuel Soto, canto mejor que nadie La flor de la canela de María Dolores Pradera, guardo discos originales de Chayanne (colleja mental) y bailo con entusiasmo las canciones de Peret y Los Manolos. All my loving, nainonainoná. A la adolescente que lloró Moscas en la casa de Shakira un poquito le dolió que una oveja le hiciera la competencia, pero no se arrepiente de su lista ‘Latinadas’ en Spotify, con lo mejor de Diego Torres, Gian Marco y Juanes. Ah, y pienso que Miguel Bosé tiene una voz preciosa.
Me siento como si hubiera salido del armario.
Tras un exhaustivo registro (del armario), encontramos la prueba del delito.
Ojo con uno de los más culturetas de nuestra particular banda del patio. Pero vistes bien se desnuda (en sentido figurado, bribones), y confiesa su pecado:
Lo llaman guilty pleasures y no lo es. De culpables es imposible que tengan menos, cuando, por definición, son algo que todo el mundo lleva a gala, al modo de la más alta distinción, como la marca de nacimiento que separa a los gemelos. Si hasta tiene un término en francés para denominarlo, que introduce un desconocido matiz positivo en el hecho de que te guste algo con la etiqueta de inmundo despojo: ¿cómo habría de ser malo algo con un nombre tan guay como boutade?
Aunque más de uno los introduzca en el mismo saco que subproductos de usar y tirar como aquellos Vengaboys cuyo Boom, boom, boom, boom! (cuatro veces Boom) aún regresa de cuando en cuando para atormentarnos, esta megabanda no se limitó a producir un par de singles radiables a cuya sombra se vendiese un disco que no vale ni para cortar pizzas: más bien al contrario, en 1997 pusieron su talento a la máxima potencia y se encerraron con la idea de no abandonar aquel sótano hasta no concebir un álbum perfecto, su Pet Sounds, su álbum blanco (para otra dejo lo de defender Ob-La-Di, Ob-La-Da como el mejor corte) o su respuesta al contemporáneo OK Computer.
Nada menos que siete sencillos se extrajeron de esta obra maestra, eclipsados en su mayoría bajo la sombrilla de los dos que pisaron más fuerte: la pegajosa Barbie Girl y la macarra Doctor Jones. La discoteca colocada en medio del castillo de My Oh My; Good Morning, Sunshine, la composición sobre el amor insaciable ejecutada con un fraile de los que predicen el tiempo (el artilugio se llama higrómetro, por si os sale en el Trivial) por toda herramienta; Lollipop (Candyman) y los juegos de roles con él poniéndose la careta de Michael Myers para dejarla toda berraca a ella y su disfraz de colegiala, o el minimalismo de edificar con sus santos cojones un himno alrededor de los versos más vacíos del universo lírico (Roses are red, violets are blue) y unos ruiditos la mar de cucos para el estribillo. El nivel es tan alto que les perdonamos capítulos más convencionales como el de Turn back Time o las domingueras incursiones en la lengua de Cervantes (si no nos dicen ellos que fiesta rima con siesta, nunca se nos habría ocurrido) en una de las poquitas pistas que se quedó sin carátula propia, Heat of the Night.
Por si necesitáis la aclaración, hablo del Aquarium de Aqua, que se conoce que han vuelto, aunque a nadie le importe un pimiento ya. Y menos a mí.
Cuando hablo de vergüenza ajena siempre viene a mi mente una imagen de Jimmy Jazz con los pantalones a la altura de las rodillas en el Resurrection Fest. Ahora que ya tenéis en mente esa visión, aquí os dejo con todo lo gordo:
Yo no me avergüenzo de nada de lo que escucho pero sí que reconozco que hay cosas fuera de lo común. Volver en el coche del Resurrection Fest y comentar tu amor supremo por esa gran dama de la copla española que es Concha Piquer puede parecer inapropiado pero aquel al que Tatuaje no le ponga los pelos como escarpias que tire la primera piedra. En otro orden puedo adorar a ese gran dúo llamado Vainica Doble, el disco entero (y no solo el hit) de los Undrop del anuncio de Pepsi, los primeros discos de La Oreja de Van Gogh y por supuesto, voces de mujeres como Nancy Sinatra o Janis Ian. Lloro como una nena cuando Sinead O’Connor llora también en su Nothing Compares 2 U y he de reconocer que el fast-merengue de Wilfrido Vargas me mueve los pies y los hombros.
Si empieza a sonar Roses Are Red de Aqua en mi cabeza se forma una rave instantanea, y cantaria a voz de grito Believe de Cher, I will survive de Gloria Gaynor o My heart will go on de Celine Dion. Gabry Ponte es el tipo más molón del baile y sobre Radio Futura no hay nada malo que decir. Puedo cantar en buen francés a Kate Ryan o a Alizée y si quereis más sangre puedo decir que Follow The City Lights de Dover me gustó y bastante. El otro día aprendí con la guitarra Kiss Me de Sixpence None The Richer. Ahora, en mi puta vida entenderé que haya nadie que compre un disco de Tam Tam Go.
Useful Idiot es más escueto que sus otros compañeros, pero no por ello merece menos perdón:
Más que avergonzar, recuerdo con cariño un grupo al que casi podemos calificar de «primer amor», por extraño que resulte. Estoy hablando nada menos que de Café Quijano, ese grupo de ¿rock? ¿pop? ya desaparecido de nuestras radiofórmulas, formado por tres hermanos que vestían como si fuesen los secuaces de Tony Montana, y contaban historias de bares y hombres abandonados por la parienta que se dan a la bebida. Aunque ha dejado de ser lo mismo, reconozco que sigo sintiendo cierto escalofrío en el espinazo cuando vuelvo a escuchar El loco triste o En aquel hotel jamaicano. Como el primer amor.
Más allá de eso, siempre hay alguna canción por ahí se te mete en la cabeza y no tienes manera de sacar. Que me encanta Paparazzi de la Germanotta desde que la vi interpretándolo a solas con un piano es algo que no puedo negar, así como que siguen habiendo algunas canciones compuestas por el señor Pau Donés que me tocan la fibra sensible. A pesar de que él en persona lo que me trastoque sean los intestinos.
Pau Donés con los dedos que usa para trastocarle la fibra y los intestinos a Useful Idiot.
Nuestro mercenario particular, L-Broda, no se queda atrás:
Bueno, cualquiera que me conozca, y creo que he escrito esto alguna vez en Tanaka, soy la peor persona del mundo para escuchar música. Mi iPod está lleno de las más horribles mezcolanzas musicales y me puede gustar virtualmente cualquier cosa que sea medianamente comercial. Yo estoy aquí para hacer el trabajo sucio, no para hablar de música. Pero vamos, al caso. Sin ir más lejos, ahora mismo estoy escuchando The Lonely Island. Y no como caso aislado, o por las risas, o por ver el vídeo. Nope. Lo escucho como cualquier otro grupo. No me avergüenzo, pero es así.
Hmmm, qué más… Supongo que la mayor vergüenza sería que, al contrario que esta panda de modernos hipsters brit-pops, yo no tengo ningún problema en escuchar la cosa más comercial, auto-tuneada y descarada del planeta. Oh, por supuesto. Por culpa de mi primo (¡Un saludo! ¿Se puede saludar siquiera? En fin, sigo), me gusta Medina Azahara y algún grupo más de ese palo cuyo nombre no recuerdo porque me gusta cuando llevo 10-12 gintonics. que si invitáis, fijo que me acuerdo y puedo decíroslo.
J. Strummer da en el clavo al hablarnos de nuestra tierna infancia. ¡Cuántos guilty pleasures vendrán de ahí!
Tengo que decir que en ciertos aspectos soy muy tajante a la hora de decir: «esto es mierda». En la música, normalmente, soy así. Pero claro, uno no fue siempre así. La infancia es peligrosa, y si no te reconducen, puedes acabar muy mal. En su época, El Tractor Amarillo lo petaba mucho en el coche de mi padre, y claro, yo lo cantaba a viva voz, hasta recuerdo haberla pedido en un karaoke… Luego, también tuve mi época Café Quijano, como ya comentó uno de mis compañeros. Después, tengo una canción ‘dance’ sobre Henrik Larsson que es por puro fanatismo futbolístico. ¡Ah! E incomprensiblemente, fruto de la repetición radiofónica, acabé aficionándome durante un breve tiempo a la canción Obsesión, de Aventura. ¡Y ya está bien!
Cualquier ocasión es buena para rescatar este clásico entre clásicos.
Es el turno de Billy Shears, en lo que podemos catalogar como un acto de valentía al admitir algo así:
En realidad no soy mucho de avergonzarme de lo que me gusta o esconderlo, suelo ser bastante consecuente con eso. De mi infancia conservo gustos que ahora si pueden parecer algo penosos (El Canto del Loco, La Rabia del Milenio, Mecano…) que miras para atrás y da cosica, pero en realidad si vuelvo a ello todavía soy capaz de emocionarme escuchando algunos temas suyos. Por otro lado están los grupos que, por algún motivo, son considerados como basura para ciertos entendidillos, como es el caso de Supertramp (a los que, orgullosamente, estoy escuchando en este momento) o de Nickelback (que también tienen canciones que me encantan). ¿Cuál es el problema de estos grupos? ¿Que venden mucho, que son comerciales, que ajustándose más o menos a un estilo en realidad lo ablandan o lo hacen «más masivo»?
Esto de los gustos culpables es como todo en cuanto se habla de gustos, ¿si de verdad te gusta algo te puedes avergonzar de ello? Yo creo que no. Si no de qué iba a haber tantos fans de Guns’N Roses.
This is how you remind me of what I ashamed of.
Ay, la pubertad. Gloriosa etapa que todos pasamos, con todos sus primeros amores, primeros besos, primeras decepciones. La de Scared Queen tuvo que ser especialmente dura:
Creo que nunca voy a tener otra oportunidad tan perfecta como ésta para confesaros lo mucho que me gustaban y lo mucho que me gustan: El Último de la fila. Pero decidme, ¿es que a ninguno de vosotros os ha pasado que descubrís una canción o un grupo que os gusta, con el que habéis crecido y os avergüenza reconocer? Pues oye, no voy a negar que de vez en cuando los escucho y me vienen buenos recuerdos a la mente, pero también es verdad que me pilló en la época de 14 añitos y de aquella sus letras me parecían muy buenas. Al igual que tengo por ahí celosamente guardados discos de los Backstreet Boys, Robbie Williams… Pero menos mal que a los 16/17 años empecé a encaminarme por otro tipo de música y no veas lo orgullosa que estoy hoy en día.
Pero en fin, puestos a no ocultar nada, de vez en cuando se me da por escuchar los recopilatorios de los 40 Principales. Esto último tiene como excusa la situación de cuando sales por otro ambiente, y claro, descubres que no conoces ninguna canción y esa música no te gusta NADA y se acaba la fiesta. Lo peor viene cuando te sorprendes a ti misma tarareando canciones de Pitbull, o cantando Melendi. No tengo perdón, lo siento, yo también necesito medicación.
«Un saludo a mi única fan Scared Queen», dijo el cantante.
No nos marchamos de esa época tan feliz, a Rocket Baby Doll le pilló con un grupo de chicos muy famoso. Estoy seguro de que forraba carpetas con fotos suyas:
¿Guilty pleasures? Podría haber respondido que no tengo de eso pero entonces la carcajada que se escucharía por toda la redacción estaría resonando en mi cabeza durante días. No sé. No soy de esas que ocultan sus scrobblings ni de las que dicen que van escuchando Wilco cuando en realidad es El Canto del Loco, pero tampoco me gusta reconocer que a veces pongo Bad Romance y me subo a bailar a la mesa de mi despacho. Uy… vaya. Ya lo he dicho. Pues si es el momento de las confesiones… me remontaré a la adolescencia
que tanto odioy confesaré que a veces me gusta escuchar mis discos antiguos de Take That y mirar con nostalgia los vídeos (sí, VHS) que aún están en la estantería. Y que estoy escribiendo estas líneas escuchando la banda sonora de Amèlie, a todo trapo con los cascos. La edad no perdona.
Por mi parte, damas y caballeros, nada más que comentar. Queda constancia de la magnitud de la tragedia que son mis compañeros, y con esto y un bizc… ¿qué? ¿Que falto yo? No, yo no… eh, dejad mis CD’s originales de Jarabe de Palo en paz. ¿Qué has dicho de Cecilia? ¿Pero tú no conoces Un ramito de violetas? ¿De qué país vienes? Oye, y el Mucho más que dos de Víctor Manuel y Ana Belén ni tocarlo, que nos conocemos. Y ay, como se te ocurra decir algo malo de Nino Bravo… Aprovecho, y que sea él el que se despida de vosotros. Gracias por aguantar hasta aquí.
Actualización: El bueno de Mechanix ha querido participar, así que a modo de adenda incluyo sus más oscuros secretos aquí:
Por muy maduros y seguros de nosotros mismos, todos tenemos canciones que saltamos cuando vienen visitas, o grupos que nos gustaría que LastFM dejara de rankear tan alto, golpeándonos en la cara con bofetadas de realidad. En mi caso, me siento obligado a justificarme cuando alguien me pilla en el acto de berrear Ciega Sordomuda y otros temas de Shakira. O cuando confieso que me sé The Fame & The Fame Monster enteritos y me hice 500 Km y pagué 70 pavos de entrada por ver a Lady Gaga en directo, rodeado de quinceañeras. Como veis, mi secreto es que me encantan las voces femeninas… y sí, eso incluye OBK (Lucifer es un temazo, ¡no, de veras!).
«Joder, alguien se ha dejado la puerta abierta, y me da una perezaca ir a cerrarla…»
No nos salvamos ninguno.
Es reconfortante saber que ninguno confiesa ser Belieber (aunque me quedan mis dudas con James Ulrich).
¿Yo? No tengo guilty pleasures. Ni uno.
*Rápidamente esconde su CD de Fey y cierra la pestaña de YouTube con «No voy a trabajar» de Bermudas*
Que tenga escuchado toda la discografía de Justin Bieber no quiere decir que me guste. De hecho, yo escucho de todo para poder rajar luego si no mola.
Y de hecho, siendo algo sincero, el puto Justin no lo hace tan mal para su estilo o el público al que está dirigido. Su problema es que está sobrevaloradísimo completamente y hay miles de grupos über-mejores que no tienen ni un 0.1% del éxito que tiene él. De ahí el odio hacia su persona.
James, bonito, lo que escuchas no es ningún secreto :)
Que maravilla!
¿Guilty pleasures? Todos tenemos. Yo mismo estoy escuchando a Pepe Benavente ahora mismo. Y para rizar el bizarrismo: un álbum de VILLANCICOS de Pepe Benavente.
Luego están mis fetiches, tan dispares entre sí: Mónica Naranjo, la Gaga, La Oreja de Van Gogh (la época Amaia Y el disco nuevo), alguna canción suelta de los Jonas Brothers (Paranoid es überpegadiza) y Selena Gómez & The Scene (ese «Un año sin ver llover» en castellano), alguna canción de los primeros de Estopa y Melendi (y recalco de los primeros álbumes), Anastacia, Boney M y Mecano. Por ignorar mi colección de temas folklóricos tradicionales de toda España.
Nadie se salva. NADIE. Dicho esto, me voy a llorar a mi rincón.
Mónica Naranjo tiene una voz increíble. De las pocas cantantes de pop españolas que se salvan.
Agree, la voz de Mónica Naranjo es genial. También coincido con lo que dices de que Nino Bravo es el Mercury español (aun salvando las distancias), y te recuerdo la existencia de Camilo Sesto ;)
Jaja. Vergonzoso. Yo el primer disco de Melendi lo rayé de tanto escucharlo, mi grupo guilty Pereza, y los sigo escuchando, pero en sesión privada xD. De mi Manolo Kabezabolo no me arrepiento!
Por cierto, Mr. Mandarina, Nino Bravo no debería ser en ningún universo paralelo un guilty pleasure. Es como el Freddie Mercury español, salvando las distancias…
Lo sé.
Por cierto. Una duda. ¿Si tenéis Last.FM o Spotify conectado a Facebook, de verdad usáis la «sesión privada» o borráis los scribblings de vuestros guilty pleasures? Porque lo que soy yo no borro ni uno. xD
Yo no borro nada de nada xD
Bien, somos legión los que lucimos lo bueno y lo selecto de nuestra biblioteca musical. xD
Una cosa que me sorprendió, hace meses, fue la siguiente. Yo estaba navegando por Last.FM y veo que uno de mis contactos estaba escuchando batuka. Miro el nombre y es… Teocida. Cantante de Corpore.
Imagina la cara con la que me quedé cuando lo ví. Luego me explico el por qué y ya me cuadraron las cosas. xD
Joder, Mandarina, lo has clavado. Es justo ESE cassette. Se lo has preguntado a mi madre o qué?
El Mandarina lo sabe todo.