Miles de palabras se me quedan cortas para contaros lo sucedido la pasada noche del viernes en el Café&Pop Torgal de Ourense. Mucha expectación por ver a The Secret Society, una de las propuestas del gran Pepo Márquez, desaparecer para siempre de los escenarios. Y el resultado fue satisfactorio. Más de dos horas escuchando, viendo, sintiendo esas letras en inglés, castellano y hasta en francés, ser recitadas en directo por última vez por el susodicho artista. Momentos para recordar subida en la escalera, inmersa en el directo que conmovió y nos transportó a sus inicios, con sus increíbles cambios de registro: del llanto a las carcajadas, de canciones antiguas a versiones, desgranando un buen repertorio para una noche especial. Eso sí, apoyado en casi todo momento de un más que correcto Javier Martínez, Perico, a la guitarra. Quién también fue el encargado de presentar al madrileño con el grupo Superpez, una buena elección como aperitivo.
Y por si andáis un poco vagos hoy domingo y no os apetece leer esta pequeña crónica-homenaje, podéis disfrutar de lo bonita que puede llegar a ser una despedida gracias a las fotografías de Federico Álvarez, el artífice de todas ellas. ¡Gracias!
Pero vayamos por partes. La primera cita de la noche la ocupó el grupo Superpez. Salieron al escenario ante una sala familiar y sin mucho tiempo de retraso nos fueron presentando algunas de las canciones que formarán parte de su nuevo trabajo que darán a conocer oficialmente este año y que creo recordar llevará por título: América, homónimo a uno de los temas. Durante la casi hora que duró su directo, fueron intercalando alguna que otra anécdota sobre lo que hay detrás de la composición de cada canción: De sol a sol, Hazlo tú por mí o Volver a empezar, las encargadas de crear un ambiente agradable y de hacernos disfrutar hasta el último momento para que no nos fuéramos Con las manos vacías. Cabe decir también que la dicha es buena aunque se haga de rogar porque la energía llegó pero con tranquilidad, donde el ver cómo muchos unos nos movíamos al ritmo de sus canciones y otros los observaban sentados frente al escenario, los hizo tocar y disfrutar con más ganas aún, haciendo de ello el preludio perfecto para decir adiós a un grupo como The Secret Society.
Recuerdo cuando escuché, hace ya tiempo, un álbum que llevaba por nombre Sad Boys Dance When No One’s Watching, el cual me hizo entrar a formar parte de una sociedad secreta que se hizo más relevante en mi vida con Peores cosas pasan en el mar. Sus letras se tomaron tan en serio la labor que les había sido encomendada que no podía perderme la ocasión de volver a escucharlas tan cerca una última vez. Desde el primer momento, cuando Pepo Márquez y su guitarra arrancaron con una versión de Perfect Day, del maestro Lou Reed, la voz y un perfecto silencio cautivaron a todos y cada uno de los presentes en el Torgal, entre los que se encontraban también la gente de Elle Belga y demás amigos que se habían acercado para rendirle homenaje a The Secret Society.
Más allá de la interesante amistad entre Pepo y la ciudad, logró de forma casi instantánea una conexión como se ven pocas, metiéndonos en el bolsillo desde el primer momento sin necesidad de recurrir al “gracias por venir” ni demás cantinelas, sino simplemente a través de lo que él y su guitarra nos tenían preparado. El repertorio escogido fue, en esencia, un repaso a su carrera, a sus tres álbumes, rarezas, versiones… Siguió con Have You Ever Felt Ridiculously Sad? a la que podría acompañarle el adjetivo increíble, pero voy a evitarlo ya que que poco aportaría un calificativo que sirve para todo lo que os queda aún por leer. A continuación llegó el primer momento emotivo: I’ve Been Riding With The Ghost, cuyas notas iniciales surgían en esta ocasión de su guitarra, sin que la magia se rompiera por ello. Un bonito homenaje al recién fallecido Jason Molina. Manteniendo el ambiente acogedor, hizo subir a Perico al escenario para empezar a despiezar Peores cosas pasan en el mar: Suanzes: volver a empezar, Parte de guerra y Microdrama moderno y urbano, dedicada a toda esa gente que no pudo acercarse a compartir tan bonita despedida.
En esta ocasión, además, disponíamos de la ventaja de que los músicos jugaban como en casa, lo que significaba que la mayoría de sus canciones se cantarían solas. Como fue el caso de: El día que empezamos a querernos fue el día que empezamos a odiarnos; Si pudiste con tanto dolor, podrás con esto, y la no cantada, sino narrada Cuídate, Cowboy! en la que echamos un poco de menos de menos la voz de Alondra Bentley a los coros. Sin embargo a pesar de su evidente peso en el dúo, nuestros coros tomaron un pequeño papel secundario. Una gran ovación daba paso a un discreto paréntesis interrumpido por la jodida complicada Moving Units, donde se alzaron muchos dedos corazón. «Fuck us after all». Puede que poca gente, o solamente yo, percibiera esta canción como un peaje que debíamos pagar para dar paso a una más «alegre», La casa junto al mar. Lo he dejado caer, pero, efectivamente, esta parte del concierto fue más divertida: anécdotas sobre el concierto el pasado julio en Benicàssim, sobre un peculiar cumpleaños Manta Ray…
Otra de las protagonistas de la noche fue Sad Boys Dance, que comenzó terminadas las historias anteriormente mencionas para la algarabía de un público que, si hasta aquel momento estaba cómodo, de ahí pasó al siguiente nivel. Y con un Pepo que comentaba: «tengo la sensación de que antes molábamos», pasamos de la tranquilidad del disfrute al movimiento hortera de la mano de una versión de Tougher Than The Rest, de Springsteen, para culminar con la cañera Lights On Don’t Mean I’m Home. «This Winter Never Ends». Y qué gran verdad, amigo. Las canciones se sucedían y unos extractos que faltaban para completar su último disco, acabaron llegando: En la sala del Guernica, de las más emocionantes al cantar varios minutos sin micrófono; y Las pistas falsas conducen al desamor. Y antes de dar paso a más versiones, llegaba el momento de escuchar la última canción que firmarían bajo The Secret Society, La distancia más corta entre dos puntos es el miedo. Tras verle emocionarse a la vez que el resto, volvió entre historias de su último viaje a Buenos Aires, y claro, el sonido cambió al rescatar una genialidad tan divertida como Carnaval, de Fernando Milagros y El Partisano de Espaldamaceta, aunque entre éstas nos sorprendiera con la preciosa Sheets, de Damien Jurado.
Éste último fue un bloque especialmente trabajado que ya valía por todo el concierto que estaba ya cerca de su final. Ni una canción menos, ni, desgraciadamente, una más. Se despidió eligiendo una tema de Elliott Smith, no sin antes dar las gracias de rigor por todo e iluminarnos más los ojos llorosos con sus palabras: «los grupos desaparecen pero nunca mueren las canciones». Y muchos sabemos quién es Elliott para el protagonista de esta crónica. Y no, no es para nada una exageración.
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Sin palabras al leer la maravillosa crónica de Bea Camiña, como siempre ha sido un placer.
Un beso,
Cristina.
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