Lo que sigue a continuación es una pequeña crónica redactada desde lo que conseguí descifrar de las pocas notas que tomé mientras no dejaba de bailar en primera fila al ritmo del Paraíso Caníbal, el nuevo trabajo de Colectivo Oruga que anoche presentaron en la sala LeClub de A Coruña. No encontraréis en ella comedimiento, pero tampoco una adoración ciega ya que su directo requería todos nuestros sentidos. Y no sólo el suyo. Precedidos por Fagot y Popota y unos República Disco Apocalipso mediante (y al final) que estuvieron un buen rato combinando cortes de audio donde se escuchaban fragmentos de cosas así muy electrónicas y las duraciones de ambos artistas estuvieron bien distribuidas.
Aunque una primera aproximación a la obra de Fagot y Popota (éste no es un grupo en el sentido tradicional, sino en el cada vez más común formato de artistas que se lo pasan bien haciendo lo que más les gusta sobre el escenario rodeados de cables, guitarra, un portátil, bases, sintes e imaginación) dé pie a pensar en una banda rara, digámoslo así, sus composiciones vienen determinadas por las historias de sus creadores y el verles en directo revela toda una declaración de intenciones. La minuciosidad con la que Roberto se encargaba de la parte musical del asunto y Diego de la voz cantante, demostraron que los impulsos y arrebatos que marcan el ritmo de sus canciones están perfectamente domesticadas sobre el escenario.
La media hora larga de espectáculo ofrecida por los que anoche jugaban en casa, iniciada con una ceremonia a medio camino entre canciones de cuna y letras oscuras, cuyo ritual divirtió más de lo que desconcertó, se distribuyó, aproximadamente, a partes iguales. Del repaso por su repertorio consiguieron pedrea prácticamente en todo lo que hay en su Bandcamp, aunque los premios grandes se los llevase su álbum La caseta del Cocón del que se extrajeron letras tan geniales como «Vete a cagar y no vuelvas a hablarme de ese modo», de El espartano convincente. Entre medias, también aparecieron Las tetas de Lara, El misterio entramado y para el al final, la canción que grabaron para el Record Store Day Galicia, Danza macabra. La nuez de los vientos. Se notaba que entre los asistentes había mucho conocido pero eso no les restó méritos por ser los encargados de abrir el apetito a un público que a veces pecó de charlatán. En resumen, unos buenos teloneros que nos invitaron a echar los primeros bailes de una jornada que se aventuraba muy electrónica. Bailes que continuaron de la mano de los chicos de República Disco Apocalipso durante el cambio de backline del escenario durante un breve tiempo.
En esta gira, los chicos de Colectivo Oruga no sólo presentan disco, sino que también dan a conocer ese cambio en la puesta en escena de sus canciones: han dejado atrás las proyecciones y el cambio de idioma los acerca más a la pista de baile. Sin embargo, ya sea en inglés o en castellano, la voz de Iago sigue fundiéndose con los efectos y las bases rítmicas, integrándose en el poso de la electrónica, sin olvidar los guitarrazos y la batería de los dos Álex que aportan el toque de fuerza. Un Paraíso que insiste en una progresión siempre creciente y nunca monótono: hay distorsión. Rápidamente atacaron con temas de su nuevo álbum como son Salgamos corriendo y Huesos, en la que la tomó protagonismo la batería. Y allí mismo pudimos observar el gran giro que han dado en el sonido.
Mientras muchos buscábamos una inclinación aceptable en primeras filas para no dejar de bailar arropando a los Colectivo, las luces seguían coloreando la sala al ritmo de La mitad que Dios. Intersecciones de electrónica y distorsión divididos a mínimas fracciones que se impactaban en nuestros oídos. Arrastrándolo más y No acabamos funcionaron especialmente bien cuando nosotros y los tres elementos del Colectivo nos alineamos y entramos en algo así como en trance (o cualquiera que sea el sinónimo más apropiado en este caso) sin parar de bailar con sus ritmos hipnóticos llegando a saltar con Explotad sin mí, una de las más celebradas de la noche. La cercanía del grupo con el público también fue evidente y más en una sala tan familiar. Supieron muy bien cómo conseguir que el abundando público se divirtiera y tras una pequeña bromita respecto a los vinilos, (“que se los quitan de las manos”), No es eso daba paso al bis de rigor que se lo llevaron unas de su primer trabajo como fue: December’s Descent.
Por último, hacer una recomendación para aquellos que habéis empezado con la operación bikini para este verano: un concierto así os dejará más satisfechos que cualquier otro tipo de ejercicio, porque no pararéis en ningún momento de moveros.
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