Para los grupos surgidos en la era digital, que, en términos históricos, comienza cuando ya ni Dios paga por comprarse discos, la frontera entre los trabajos de verdad y el resto se debería hacer cada vez más difusa. Lo lógico es pensar en artistas cuyos tours no se circunscriben a una gira de presentación, sino que se producen cuando quieren y pueden, y van grabando canciones e incrementando su repertorio progresivamente, sin centrarse tanto en el gran lanzamiento bianual. Pero no ocurre así, ni parece que esto vaya a ocurrir en el corto o el medio plazo.
Es cierto que la manera de presentarse de una banda sí ha evolucionado desde el discreto hasta el continuo: esto ya no consiste en sacar un disco, girarlo durante seis meses y desaparecer del mapa durante año y medio para, entonces, volver a presentar álbum: ahora la oferta es tan amplia que estás muerto como no ofrezcas algo a tus seguidores con una periodicidad que no exceda lo trimestral: un vídeo, una versión de otro grupo, una colaboración, lo que sea para que se te siga teniendo presente. La carga de trabajo no es que se haya repartido, sino que a la apuesta por el disco se suma la necesidad de la promoción constante con más y más.
Para Best Coast, al igual que para la mayoría de sus contemporáneos, su Crazy for you, aparecido hace cosa de un año y que apareció en casi todas las listas de lo mejor del año, no supuso el breakthrough del grupo, sino la confirmación de lo que venían apuntando con los singles y con la estupenda acogida y promoción que la crítica les brindó (la formación del hype): su pop californiano sucio, con olor a tablas de surf, recibió un aplauso casi unánime.
Algo tenían que poner en la portada, ¿no? Y sin repetir gato.
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