La etiqueta de cantautor es un marrón de los gordos, de los que llevan aparejadas etiquetas como plomazo y llorón, aunque sea un rol que abarca personalidades tan distintas como las de Ismael Serrano y Albert Pla. Los responsables del centro de arte gijonés Laboral, ubicado en el edificio que alberga la universidad homónima, tuvieron a bien encajar en el género a José Ignacio Lapido, Sr. Chinarro y Nacho Vegas, lo que provocó alguna broma al respecto de Antonio Luque, líder de la segunda de estas bandas, entre canción y canción. De alguna manera tenían que llamar al acto y mejor esto que «Berenjenas encurtidas», digo yo.
Década y media después de su disolución, Lapido, el que fuera líder de la banda granadina 091, ha consolidado su nombre en el espacio del rock clásico, deudor más de, pongamos, Loquillo que de Sonic Youth, por explicar con trazo grueso dónde se posiciona su música: en las antípodas de las dos bandas a quienes entregó el testigo una vez finalizada su participación.
Lapido, rock para gente que luego se va de guateque.
Su repertorio venía escogido principalmente desde su último trabajo, De sombras y sueños, publicado hace ya casi un año y del que sonaron, entre otras, Antes de morir de pena, Sueños que dejamos ir, La hora de los lamentos o, esta bastante celebrada por sus fieles, muchos más escasos en número que para Luque y, especialmente, Vegas, Lo creas o no. También tuvo tiempo para rescatar piezas de obras anteriores, como En el ángulo muerto, Cuando el ángel decida volver, Más difícil todavía o La antesala del dolor, que también fue coreada por quienes se la sabían. Al final, agasajó al público con Espejismo nº8, de la banda que lo lanzó a la fama.
Un poco fuera de lugar en este evento, logró salvar la papeleta de abrir cuando aún era de día y la gente estaba llegando, aunque también tuvo la fortuna de que le tocase a él ese momento tan mágico de los conciertos en que la noche cae progresivamente y aparecen los juegos de luces en el escenario.
La visita asturiana de Sr. Chinarro hace un par de meses había dejado un regusto agridulce, pues, a pesar del empeño de Luque y la contrastada calidad de la selección, escucharla en acústico supone un truncamiento notable de todo lo que esos temas pueden ofrecer; por otro lado, lo que entonces dejaba adivinar cierta endeblez del material perteneciente a su último trabajo, Presidente, pasó de sospecha a certeza aquí, puesto que el sevillano, a pesar de haber confeccionado un setlist más que profuso, redujo la presencia del disco desde los nueve cortes de Oviedo a solo seis, conservando los que se salvan de la quema, la estupenda María de las Nieves, el acertado single Vacaciones en el mar, Babieca, que con banda crece hasta un status de joya absoluta, y ya unos escalones por debajo la correcta San Borondón, más dos que siguen estando de más: Una frase socorrida, tontorrona como ella sola y que se había quedado, con razón, fuera en formato acústico, y Una llamada a la acción, que, por expresarlo de forma suave, parece escrita por José María Cano.
Los acompañantes de Luque marcan la diferencia, aunque se los vea poco.
El resto estuvo dedicado, nuevamente, a sus tres LP previos, con la agradable excepción del Quiromántico de El porqué de mis peinados. Podría decir que el surtido mostraba un tiento al escogerlo digno de admiración, pero es que lo difícil sería hallar alguna aceituna sin anchoa en una obra de consistencia tal (por cubrirme las espaldas, ya abro la puerta a que dentro de un par de años repliegue las avanzadillas que vengo arrojando sobre Presidente y lo incorpore a este corpus incólume: es más, apuesto firmemente por ello). Entre lo más disfrutable, por encima de todo lo demás, se sitúa Anacronismo, una de las mejores composiciones que se han escrito jamás en el Estado español, pero también, descendiendo algunos estratos, maravillas como Los amores reñidos y Tímidos, del faraónico Ronroneando, y también Ángela o Esplendor en la hierba.
Si en la crónica que enlazo del concierto ovetense me quejaba del trato recibido por El rayo verde, aquí por fin se hizo justicia con ella, dotándola de todo el poder con el que aparecía en El fuego amigo al devolverle una banda que aquí lo es todo. Si algo hemos aprendido los madridistas en los últimos años es que las individualidades están bien, pero los trofeos se ganan jugando en equipo.
Setlist Sr. Chinarro
Militar
Los amores reñidos
Dos besugos
Ángela
Vacaciones en el mar
Una frase socorrida
Anacronismo
El lejano Oeste
Tímidos
San Borondón
Del montón
San Antonio
Quiromántico
La decoración
María de las Nieves
Esplendor en la hierba
Babieca
Una llamada a la acción
Los ángeles
El rayo verde
El público era tan proclive a Luque que le reía todas las gracias (porque supongo que pretendían serlo) de las pausas, pero Vegas directamente jugaba en casa, delante de un público que se sabía hasta la última estrofa no de sus grandes éxitos, que por supuesto, sino también de su último CD, La zona sucia. Si en el caso del sevillano se notaba el mimo para no saturar con algo que no cuenta con el respaldo suficiente a día de hoy (el mañana, repito, se queda en incógnita), el autor de Cajas de música difíciles de parar no es ya que centrase su actuación en este último álbum, sino que apenas lo abandonó en cuatro ocasiones, tal es la confianza que tiene en él, y hasta el más escéptico tuvo que acabar aceptando que no era para menos, a fuerza de razones musicales.
Luces de colores, con Nacho lo pasamos bien.
Estas cuatro excepciones que menciono eran, por un lado, las dos obligadas, los hits que se sabía hasta el más despistado, de tan radiados y publicitados en suplementos dominicales, El hombre que casi conoció a Michi Panero y Dry Martini S.A., junto con una de los mayores melocotonazos de un disco casi perfecto como es el Actos inexplicables: Que te vaya bien, Miss Carrusel, con la que ya todos empezábamos a soñar en cuanto Xel Pereda se despojó de la correa de la guitarra y agarró el banjo. Por último, Canción de palacio #7, material de EP que no tiene nada de cara B pero que sí se puede tomar como un regalo para los conocedores menos superficiales de su obra.
El banjo, el mito: Miss Carrusel.
Volviendo a La zona sucia, que ya había sido presentada en el Teatro Jovellanos de su villa natal allá por abril, y dentro de un concierto que apostó por calidad y no cantidad (compárese el tamaño de los dos setlists adjuntos, donde Luque casi dobla al gijonés en aproximadamente el mismo tiempo), con canciones muy largas y alargadas que en ningún momento cansan, y que funcionan de la primera a la última, incluso aunque en esta ocasión no se contase con los coros de lujo de las Pauline en la playa, como en el antecedente que menciono, para Taberneros y Perplejidad, siendo ejecutados ahora por sus compañeros de banda.
Ahora está recuperado, pero un poco más y no proyecta sombra.
Cierre, como en aquella ocasión, con la distorsión imposible, que unos Pereda y Vegas en estado de éxtasis (que, por lo que parece, ya no está causado por lo mismo que hace años) edifican alrededor de El mercado de Sonora. Cuando ganas 8-0, no es porque el árbitro sea más o menos casero (que lo era mucho), sino porque juegas de fábula.
Setlist Nacho Vegas
Cuando te canses de mí
Cosas que no hay que contar
Reloj sin manecillas
Taberneros
Canción de palacio #7
Perplejidad
El hombre que casi conoció a Michi Panero
Que te vaya bien, Miss Carrusel
Dry Martini S.A.
La gran broma final
El mercado de Sonora
Cantautores eléctricos: Página oficial | Last.fm
Addenda: la banda de Lapido, muy buena.
Sobre Nacho Vegas: no es sólo jugar en casa, también es la compañía. La banda que le acompaña es seguramente inmejorable.