Tenía ganas de escribir esta crónica. La de un concierto en el Palacio de la Ópera de A Coruña. Ganas, sí, muchísimas. Parecía que no iba a llegar nunca. Y sin embargo, no sólo ha ocurrido, sino que ha sido todo lo que esperaba de una cita con Xoel López, su banda y el Atlántico de fondo. La última vez que tuve ocasión de verlos al completo fue en la pasada edición del Festival de Norte y el recuerdo que tengo de aquel momento es estar bailando, cerveza en mano y sin dejar de aplaudir. Pero anoche, la solidez, la emoción y la precisión formal de los artistas, en un recinto con semejante acústica y ante un público sentado y atento, no se quedó atrás. Hubo tiempo para reír, para llorar, de Deluxe y sobre todo, muchas sorpresas. Así lo leeréis a continuación entre las fotografías de Cris Andina.
Comenzamos la velada con un Palacio a medio llenar para recibir a David Quinzán, el encargado de abrir la noche. Fue un directo delicado en el que el artista coruñés, por momentos nervioso y despojado en esta ocasión de su banda, nos presentó El vino de las despedidas captando la atención de los allí presentes y ganándose un respetuoso silencio por parte del público mientras iba desgranando sus Piezas del corazón e inundando con su voz y su acústica las paredes del recinto. «La noche se cerró…» con Jacarandá y para cuando Xoel y sus secuaces saltaron al escenario, el ambiente se había caldeado un poco y la combinación de Buenos Aires y Hombre de ninguna parte funcionó a la perfección. Con ellas y el increíble juego de luces, presente en ambos directos, los primeros compases del concierto arrancaron comedidos, con calma, pero dejando entrever el juego de tensiones que iría haciéndose más y más visible a medida que pasaban las canciones.
Sobre el escenario, cinco músicos muy bien dotados, especialmente Lola, que lo mismo tocaba el xilófono o el ukelele y adornaba los temas con todo tipo de percusiones, que acompañaba en los coros sonando de maravilla desde el primer tema hasta el último. No obstante, para dar un conciertazo no basta con sonar bien, hay que tener química y ganarse un poco a la audiencia y fue aquí donde llegó Caballero, el primer momento en el que las emociones empezaron a florecer, con su lenta ascensión y la voz del protagonista calentándose poco a poco. La gran montaña comenzó a poner la maquinaria bien calentita descargando rock con una fuerza atronadora después de la primera referencia a «su disco menos gallego. Su Atlántico coruñés», palabras de la morriña del artista. Hechas las presentaciones oficiales ante los allí presentes, el goteo de temas de aquí y allá fue elevando tensiones, pero frenando sin dejar que las pasiones se desatasen por completo ya que nos quedaba mucha noche. Por el viejo barrio nos dirigió hacia el primer guiño a su etapa como Deluxe y a tocar una canción que nunca falta en su repertorio: Pájaros Negros.
Una consolidación en la ejecución del repertorio que dejaba muy visible que estábamos ante una agrupación que disfruta y se toma muy en serio el directo sin perder la sonrisa de oreja a oreja. Un sonido pulcro con sabor colombiano introdujo La boca del volcán, y aparte del primer acercamiento a sus orígenes, estuvieron hábiles y nos dieron más de ello, de aquel icono generacional que fue Deluxe, añadiendo: El amor valiente y Reconstrucción (la armónica rebotaba en las paredes), con una calmada Joven poeta mediante, dejando al Palacio aguantando un poquito la respiración para soltarla en Desafinando amor y cogida de la mano, una nueva canción con un sonido muy ‘afrogalaico’ y ¡cantada en gallego! Venía a decir algo así como: «Ela chegou como un soño, como un soño ela chegou…» El sabor de boca que nos quedó fue sin duda, excelente, con ese final en puro éxtasis que nos llevó a otra sorpresa, Parando el tráfico, de Lovely Luna, antes de la rockera y apoteósica Réquiem.
Hasta catorce temas pasaron por nuestros oídos a un ritmo frenético, antes de que Xoel se tomase un respiro enlazando tres temas más, la maravillosa Tierra entre ellas. Y está claro, que lo del respiro es solamente forma de hablar, porque si alguien no ha cambiado un pelo es él. Deluxe como ninguno, puro nervio, energía y entrega, incontrolable en Historia Universal, haciendo que el público fuéramos el espectáculo. Cuando cesaron los aplausos y los silbidos, volvieron al ataque con un Asaltante de estaciones doblada en intensidad, especialmente cuando se arrodilló sobre el suelo y las filas de gente se movieron como placas tectónicas, y de pronto nos vimos acompañando a la percusión del señor Lamas a la batería. Fue únicamente un calentar motores, porque casi sin enterarnos, afrontábamos el final de un recital antes de los bises de rigor.
Estos se extralimitaron a cuatro temas, una preciosa y acústica Ver en la oscuridad, que francamente, después de lo que todavía quedaba por venir, quedó en segundo plano. Tras ella, la banda volvió a salir al escenario pero esta vez con una grata sorpresa: el gran Juan de Dios apareció para llevarnos hacia El cielo de Madrid y lo que hasta entonces había sido un precioso recital, se convirtió en un show humorístico por querer cumplir la promesa de incorporar «un cariño» en forma de canción nueva (sin tener en cuenta la anterior) ensayada un par de horas antes en el camerino. Así que sobre el escenario, los seis músicos, leyendo la letra en un par de folios, el telonero y a capela, interpretaron una preciosa San Juan, la cual podéis escuchar aquí. Y como nuevo estallido de júbilo entre un público de pie, cayó un poco después, para poner fin a un directo de sobresaliente, De piedras y arena mojada.
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