“Si he sentido odio unos segundos, decido convertirlo en canción”: entrevista a Julio de la Rosa

Es uno de los artistas más prolíficos de nuestro país, a caballo entre el mundo del cine, la música y la literatura. Nominado a un Goya, con 8 discos en su haber y un número de conciertos a sus espaldas que casi asusta, Julio de la Rosa hace un paréntesis para contarnos todo lo que ha desaprendido. Podréis disfrutar de su directo en el Café & Pop Torgal (Ourense) el viernes 9 de mayo.

Julio de la Rosa

Isaac: ¿Qué diferencia hay entre el Julio que cantaba “Cómprate un arma” y el que ahora canta “Un corazón lleno de escombros”?

Julio: Básicamente, unos cuantos años de diferencia. He aprendido cosas, he desaprendido otras, pero realmente creo que he mejorado más como persona en el año que ha pasado desde que hice este último disco cantando sobre trastornos románticos que en el espacio-tiempo hasta llegar a él. Como decían en no sé qué serie de dibujos animados que veía de niño. Solo no puedes: con amiguitos, sí.

I: Tocar canciones como “Kill the mosquito”, ¿es una manera de mantener vivo a El hombre burbuja?

J: Más que por eso, creo que es por quitarle hierro a un repertorio con mucho peso dramático. Supongo que viene a ser como hacer un chiste en un entierro, algo fuera de lugar pero necesario.

I: Siempre has sido un artista muy atareado, ¿realmente te llegan las 24 horas de un día para atender a todo? ¿Qué le queda por hacer a Julio de la Rosa?

J: Soy de los que tiene la convicción de que se tarda menos en hacer algo que en pensar sobre ello. Me gustaría hacer muchas más cosas de las que hago, la verdad. Y de hecho, en ello estoy.

I: Componer bandas sonoras, a priori, parece algo extremadamente complicado, ¿te lleva más trabajo que un disco?

J: Más que complicado es farragoso, tienes que poner un punto de vista en un lugar donde ya hay otros muchos puntos de vista. Hay que lidiar con el director y con los productores, de entrada. Pero salvo excepciones, no te creas que me lleva mucho más tiempo que un disco. En las películas alguien ya hizo el trabajo sucio por ti, alguien ya se estrujó la cabeza y el corazón para crear algo a partir de la nada, y en tus propias canciones ese trabajo lo tienes que hacer tú solito, lo que lleva tiempo y quebraderos varios hasta saber qué quieres contar o qué es lo que estás contando sin darte cuenta.

I: “La herida universal” y “Pequeños trastornos sin importancia” parecen discos conceptuales, hablando sobre una historia concreta. ¿Era esa la intención cuando te propusiste grabarlos?

J: Suelo trabajar por proyectos, esto es, que por regla general no me levanto de la cama y compongo una canción, así, sin más. Aunque a veces suceda. Dado que voy cambiando de una forma creativa a otra (ahora un disco, ahora un libro, ahora una banda sonora, ahora un videoclip), una vez decido qué es lo siguiente me pongo compulsivamente a ello. Entonces mi visión inicial sobre cada proyecto es ya de partida conceptual, por llamarlo de ese modo. Digamos que no voy de lo particular a lo general, sino de lo general a lo particular. Es algo que me ayuda a no desviarme mucho de la idea primigenia.

I: ¿Es el drama necesario al amor en las canciones?

J: Como en un guión cinematográfico, suele ocurrir que sin conflicto no hay historia. En mi caso, más que planteamiento previo, me temo que fue siempre una necesidad, una realidad. Me costaba encontrar lo que quería y eso me llevó a unos cuantos sinsabores. El resto es ya cuestión de coger un sentimiento o una sensación que hayas tenido, aunque sea unos segundos, y convertirlo en canción de tres o cuatro o nueve minutos. Yo no odio, así en general, pero si he sentido odio unos segundos decido convertirlo en canción, puesto que es un sentimiento muy dramatizable artísticamente y confío en que me lleve a una bonita obrita de arte.

I: Lo lírico es parte importante de tus canciones, supongo que publicar una novela era cuestión de tiempo.

J: Siempre digo que empecé haciendo canciones, que las canciones se componen de música y letra, así que por una afortunada regla de tres tiene su lógica que mis palabras, sin música, hayan acabado en libros, y que mi música, sin palabras, haya terminado como banda sonora incidental para películas.

I: En tu último disco, colaboran muchos grandes artistas. ¿Es la prueba o confirmación de que en la música nacional hay un ambiente de complicidad sano?

J: Hay de todo, para qué nos vamos a engañar. Pero somos tantos músicos en este país que puedes encontrar gente afín con la que las rivalidades, envidias y traiciones no son otra cosa que compañerismo, admiración mutua y apoyo cuando necesario.

I: En 2010, decidiste fichar por Ernie producciones, que en aquel momento todavía estaban encauzando el gran trabajo que hoy están haciendo. ¿Qué es lo que convence a un artista con tanta trayectoria como tú?

J: Supongo que fue una cosa de vibración. Precisamente porque llevaba muchos años en esto y conocía a muchos personajes de la industria, descubrir a Josiño Carballo fue todo un soplo de aire fresco en la pervertida situación de una arquitectura económica en la que la gente se da puñaladas por dos pesetas. El término inglés ‘cool’, referido al comportamiento de una persona, ha sido manoseado hasta convertirse en un disfraz sumamente vomitivo. Josiño es cool sin pretenderlo, lo cual lo hace más grande aún. Sabía que el tiempo le daría la razón, y ya está sucediendo.

I: ¿Llevamos todos una fiera dentro?

J: Eso me temo. El ensayista José Antonio Marina habla a menudo de cómo desperdiciamos nuestra inteligencia. Somos animales, claro, y como animales que somos nos dedicamos únicamente a sobrevivir. Si usáramos más el sentido común, conviviéramos con la fiera que llevamos dentro y le diéramos un poco más de juego a nuestra inteligencia, ya no sólo a la computacional sino también a la creativa y emocional, el mundo iría mucho mejor y podríamos más que sobrevivir: supervivir.

Julio de la Rosa: Facebook | Twitter | Last.fm

Share