En el Estado español somos tela de cainitas y nos encanta pensar que los defectos de que adolecemos son nuestros y de nadie más: una suerte de antiorgullo que, a fin de cuentas, no deja de ser tan vanidoso como su reverso. Una de las actitudes que nos encanta atribuirnos como exclusiva absoluta es la del forofismo en los deportes, aquello de seguir las competiciones solo cuando ganan los nuestros, aunque esto ocurra aquí y en la China Popular. Especialmente en la China Popular.
Entre los efectos colaterales de estos saltos interdisciplinares se encuentra la inutilidad de explicarle al espectador ocasional los conceptos básicos de la especialidad, puesto que, para cuando Nadal vuelva a estar en forma, ya los habrá olvidado. Uno de los que más quebraderos de cabeza causa a quien, con toda su buena voluntad, pretende transmitirlo al profano, es el de «defender puntos». Federer le gana la final del torneo a Djokovic; sin embargo, tras la disputa de este, el serbio adelanta al José Tomás de la raqueta en la lista individual de la ATP. ¿Cómo se come esto? Porque Nole no tenía puntos que defender. ¿Os ha quedado claro? Ya lo suponía.
Que lo de hablar de tenis ha estado bien, eh, pero tampoco pasa nada si construyo de una vez la analogía que pretendía introducir con esos dos primeros párrafos. Porque todo ese rollo tenía algún sentido dentro de esta crítica, ¿no? Venga, sí. Pues resulta que Noah Lennox, que con ese nombre parece cosa seria, pero al final resulta que no es otro que Panda Bear, tenía en su haber, por expresarlo en términos tenísticos, algo así como los cuatro torneos del Grand Slam (Person Pitch) más la Copa Davis (el Merriweather Post Pavilion que firmó como componente de Animal Collective). Con ese historial, el objetivo de la temporada no es hacerlo mejor, algo irrealizable, sino acercarse a aquello lo máximo que se pueda. En resumen: que su nuevo disco, Tomboy, constituía un papelón en toda regla.
Tomboy significa marimacho.
¿Cómo ha salido del paso? Ya adelanto que airoso, sin siquiera necesidad de repetir las fórmulas que tan buen resultado lograron en su largo previo: aquí no se va en ningún momento por encima de los diez minutos en la misma pista, ni trata de convertir un único track en un casi-disco con entidad propia, como ocurría en los dos segmentos más recordados allí: Bro’s y Good Girl/Carrots: todo acaba como comienza, sin apenas espacio para los cambios de tercio. Verso, estribillo, puente son conceptos, por supuesto, presentes, pero que circulan por el mismo carril y a la misma velocidad.
Esta apuesta por lo monocorde no puede servir como argumento para la legión de detractores de Animal Collective y cada uno de sus componentes, los que siempre tratan de convencernos de que esto es un hype que en realidad no le gusta a nadie, incluso aludiendo, sin asomo de vergüenza, al sobadísimo cuento del traje nuevo del emperador, con la cantilena del rollo patatero que es esto. Como mucho, les dejamos que se apropien para su causa de Scheherezade, tan susurrada y pausadita que la podemos entregar al enemigo mientras defendemos la parte noble del bastión.
Aunque ya he apuntado que las duraciones faraónicas se han caído de esta obra, solo un par de temas se quedan por debajo de los cuatro minutos: a las puertas los 3.53 de la que ya he entregado a los tiburones como carnaza, pero más lejos los poco más de dos minutos y medio de You can count on me, que abre y sirve de prólogo, presentando todo lo que llega a continuación, tanto en la temática de las letras, repletas de melancolía todas, dirigidas en su mayoría a la familia y los amigos para recordarles que, a pesar de los sacrificios que requiere el mundo de la música, él sigue estando ahí siempre que puede, como en el tono, cuyo ritmo impone la voz de Noah, cada vez más procesada y disonante, y que aparece acompañada por diversos samples y secuencias. Diversos, pero moderados en número y presencia, hasta el punto de casi pasar desapercibidos o ejercer de meras comparsas en algunas pistas.
Su nombre no es casual: tiene una careta de los chinos.
Atravesando la canción que da nombre al LP y que sirvió como (discutible) primer single, se llega a Slow Motion, la primera bomba de relojería que se esconde en esta caja (o en este Spotify, que vosotros lo de comprar discos ya sé que ni a tiros, eh), con apenas unas palmas aplaudiendo cómo se eleva la voz del autor al pronunciar su discurso sobre hacer caso omiso a los demás y seguir adelante con nuestras ideas, del que Ayn Rand estaría bien orgullosa. El sonido del mar introduce Surfer’s Hymn, que no desmerece a su predecesora, si bien aquí lo vocal abandona tanto protagonismo en favor de los aderezos. Si llega una ola, ¿se caerá de la tabla? No lo sabemos.
La racha de la tirada se prolonga justo hasta Last Night at the Jetty, para, a continuación, derivar en el zumbido de Drone, no menos emocionante que todo lo anterior, pero sí bien distinto, donde las palabras se arrastran para manifestar la sensación (tampoco alegría, no nos pasemos) del reencuentro. Tras el alto en el camino, Alsatian Darn, donde se obra el milagro: de repente, la voz se calla durante casi un minuto y la logramos olvidar mientras la música toma las riendas. Algo así como un solo, cuando nadie lo esperaba.
Conforme se acerca el final del disco, todo va haciéndose más pausado, las letras evolucionan a apenas bosquejos, pero todavía queda tiempo para Afterburner, que, además de ser el tema más largo del disco (casi siete minutos: una minucia si medimos en términos de Person Pitch), queda como último pico en la progresión de este. Y qué pico.
Panda Bear atraviesa con éxito esta reválida, pero esto le pone las cosas aún más difíciles a Animal Collective cuando se decidan a entrar al estudio a continuar el Merriweather Post Pavilion. Y especifico lo del estudio porque muchos de los temas del nuevo disco ya han sido presentados en directo, sin ir más lejos en el último Primavera Sound. Si alguno de los allí presentes no se quedó como estaba, que hable (en los comentarios) o calle para siempre.
01 – You can count on me
02 – Tomboy
03 – Slow Motion
04 – Surfer’s Hymn
05 – Last Night at the Jetty
06 – Drone
07 – Alsatian Darn
08 – Scheherezade
09 – Friendship Bracelet
10 – Afterburner
11 – Benfica
Nota: 9/10
Qué bien conoces a nuestros lectores… xD
Estoy escuchando ahora mismo el álbum, pero ya anticipo que a mí siempre me aburrieron de sobremanera Animal Collective y Panda Bear. No sé si estoy de acuerdo con esto que se dice en este link, porque el paisano es un falaz de cojones, pero está relacionado. Y mientras escribía esto me sigue viniendo a la mente algo así en plan «no me gusta, no me gusta, no me gu…». A ver cuando acabe…
Discuss.
Oh. Oh. Julián Ruiz. Conocido por escribir en el Marca, presumir de haber conocido a todo el famoseo musical y tener muchos discos. Pero ese artículo (cuya polémica me pasó desapercibida en su momento) lo supera.
Una vez acabado el álbum y escuchar cosas pasadas… Definitivamente no puedo tragarlos. No sé por qué… ¿Alguna recomendación?
Como accesible, que no lo es a la primera para nadie, quizá sea mejor empezar por el Merriweather Post Pavilion, de los AC, o algo de Deerhunter (que siempre salen al hablar de estos).
Lo que no recomiendo es hacer como el amigo Julián: escuchárselo cinco (o cincuenta) veces en bucle con la idea predeterminada de que aquello no gustará, porque, curiosamente, haciendo las cosas así, al final aquello acaba no gustando.
Tomo nota. He de decir que recuerdo que una o dos canciones me habían gustado del Merriweather, pero el resto me cuestan muchísimo. Menos mal que soy mazo open-minded y modenno (que no moderno).