Que también es el nombre de una discoteca, sí, pero aquí va con minúsculas, así que me refiero a otra cosa. Preparaos, que empiezo el rollo: los que vivís en grandes ciudades acabáis por infravalorar los eventos culturales, saturados ante la inmensa oferta que os rodea; sin embargo, el abismo de las provincias está obligado a apurar hasta la última gota de las escasas oportunidades que se le presentan.
En el caso del Principado de Asturias, quien nos rescata de la miseria cada año no es Angela Merkel ni Nicolas Sarkozy, sino otro nombre propio: el de José Luis Cienfuegos, director del Festival Internacional de Cine de Gijón desde hace más de quince años y que ha logrado (junto con su equipo, claro) que este evento pase a constituir la piedra angular de la vida intelectual asturiana, convirtiendo un festival hasta entonces casi anecdótico en uno de los más relevantes del Estado; en el plano artístico, probablemente el que más tiene que decir.
Su condición de hito clave no se edifica exclusivamente sobre el ámbito cinematográfico, sino que a nombres como los de Bertrand Bonello, Nicolas Klotz, Bruno Dumont o Alexander Sokurov, cineastas sin cuya obra resulta imposible descifrar el film contemporáneo, se unen los de bandas imprescindibles en el panorama nacional, así como nombres internacionales de no menos altura.
Arizona Baby y Los Coronas, estarán (aún bajo la gira denominada Dos Bandas y un Destino) en la Sala Acapulco la misma noche que se lleva a cabo el pistoletazo de salida del festival, el viernes 18; al día siguiente, se repite la experiencia en el Labcafe, este año con la presencia de los líderes de masas Vetusta Morla, la indescriptible (o no tanto) vanguardia de Pony Bravo y otro caballito, el de New Young Pony Club con su electropop de fórmula de la Coca cola; todo hasta que pinche DJ Amable, residente de la barcelonesa Razzmatazz, que sabe lo que se hace.