La segunda jornada del Noroeste Pop Rock estuvo marcada por dos cosas: los casi 20.000 asistentes (según La Voz de Galicia) que disfrutaron, sobre todo del concierto de Madness, por eso de que era sábado y porque el estilo era muy diferente a la de la noche anterior. Las fotos, de Cris Andina.
La primera actuación de la tarde fue la de Bourbon Queen ante unos pocos seguidores frente al escenario mientras, decenas de personas se iban acercando para ver qué traían preparados estos chicos. El caso es que la formación coruñesa, sin complicarse demasiado al principio, repasaron algunos temas de su último y sabroso disco, Blood, Rock & Tears y pasearon también por temazos como el Have Love Will Travel de The Sonics, y sin llegar a ser himnos, pusieron al público a cantar y a dar palmas con numerosas sonrisas en los rostros que había a mi alrededor. Muy brillantes sonaron Cross The River y la lenta My Little Girl, de hecho. La juvenil voz de Jorge la verdad es que lo clavó en los 45 minutos de actuación y permitió a la banda poner suficiente energía sobre el escenario como para despertar de verdad a las primeras filas, entre las cuales por primera vez verdadero movimiento y saltos. Fue un concierto de guitarras cargadas de riqueza y el buen sabor del rock edulcorado funcionaron a la perfección para abrir la tarde.
Pese a haberse adelantado media hora los conciertos del sábado, Ånima subían al escenario a eso de las diez menos cuarto mientras una delirante cantidad de seguidores ataviados con camisetas con su logo se agolpaban en primeras filas. Y no era para menos, con el flamante Tresmilonce en plena ebullición y el sonido que se gastaron, la locura sobre la arena estaba asegurada. La intensidad del concierto fue máxima desde el primer acorde hasta el último, y así nos lo hizo saber Rolo: «venimos a romper Riazor». Espectacular, el ruido que metieron (aunque no tanto como en su pasada actuación en el Mareira Clvb) y lo bien que se comportó el sonido del escenario, permitiendo distinguir de forma clara e incuestionable todos los temas que sonaban. Salto al vacío, Bajo cero y De mente y corazón (Contracorriente) ya son canciones con una esencia impresionante y para enmarcar el delirante final de puro ruido que se le añadió a Puzzle para deleite de las filas más exaltadas de la multitud.
Ånima
Los Eskizos salieron a tocar sin concesiones y con unas sonrisas enormes pintadas en las caras. De esos gestos que da gusto ver y que te dan a entender que quiénes están sobre el escenario lo están disfrutando. Y no era para menos: volver 22 años después y revivir momentos sobre las mismas tablas en las que telonearon a Hombres G en el 92. Con contundencia y autoridad, Astray, Pedro, Iago y Luis, acompañados en algunos temas por Diego Veiga (WolRus y ONE OF THESE DAYS & Thee Heavy Random Tone Colour Lab) y su jamón Hammond. Durante algo más de una hora, el concierto fue un recital interminable de clásicos, riffs demenciales y solos de guitarra encadenados hasta el infinito y, para gloria de los asistentes, los fieles seguidores de esta banda coruñesa, el sonido acompañaba a la perfección. Todos los músicos tuvieron sus minutos de gloria y creo que a muchos de los asistentes, el concierto del pasado sábado le quedará grabado a fuego. Electrizantes. Por lo demás, sonaron entre muchas otras, Yeah!, Tell Me Why y por supuesto, reservada para los últimos compases, Ace Of Spades de Motörhead, que llevó un final en puro éxtasis, en el que todos los allí presentes, no sólo los fieles seguidores de Los Eskizos, no tuvieron problemas a la hora de corear las respuestas a los punteos. Un concierto, en resumen, muy bien cogido de la mano de la locura que estaba por llegar.
Como colofón final teníamos ante nuestros ojos a unos músicos allí reunidos que eran una mezcla perfecta entre señores mayores venidos del más puro ska setentero, entre los que destacaba el uniforme de camisa de flores y calaveras de Lee Jay Thompson. Apenas quince minutos pasada la hora anunciada darían el pistoletazo de salida con Night boat to Cairo tras el ‘Boas noites’ de rigor por parte de Suggs, que intentaba comunicarse en gallego y a medida que pasaban los minutos la cosa se iba caldeando: cada vez el escenario más iluminado, la temperatura más fresquita, el volumen más alto, y unos músicos cada vez más sueltos y sonrientes. Los primeros cuarenta minutos de concierto fueron una ascensión de lo correcto a lo genial y el público ya empezaba a dar claros síntomas de enloquecimiento. A partir de estos momentos el resto del concierto fue un absoluto no parar independientemente de que a uno le gusten más o menos, creo que nadie puede dudar de que Madness podrían llenar un concierto horas a base de temazos como catedrales sin que la cosa fuera a menos; de modo que hicieron eso, tirar de sus temas más absolutamente brillantes, de una versión de lo más peculiar del Highway To Hell de AC/DC y, además, hacerlo con ganas y una sonrisa de oreja a oreja que se hizo absolutamente contagiosa. Con Our House consiguieron hacer suya la playa de Riazor, pero de móviles, a modo de lucecitas decorativas para la siguiente, It Must Be Love. El camino hasta los bises se convirtió en un paseo, One Step Beyond por la extraordinaria decoración del escenario, con pantallas que permitían seguir el concierto a la perfección aunque estuvieras bastante lejos del escenario.
Y así, como llegó, se terminó otra edición de uno de los festivales con mejor emplazamiento de Galicia.
Madness
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