Con Rye Rye y Robyn, la cultura del hip-hop no es tan oxímoron

Uno de los instantes clave dentro de la música de la pasada década, el viraje que nos lleva hasta nuestros días, lo constituye la elección de Timbaland como productor del Hard Candy de Madonna, que sucedía a Stuart Price, el hombre que había estado detrás de Confessions on a Dance Floor. Se confirmaba la mitosis del rap sobre el pop, como constatan los samples de Gimme! Gimme! Gimme! puestos al lado de las jaculatorias del hiphopero que introducen 4 minutes.

Aunque diste de agradarme esta corriente y se me quede cara de marciano cuando veo en cabeza de las listas del mejor disco de 2010 (Pitchfork y Rockdelux, nada menos) a Kanye West, tampoco puedo taparme los oídos y abstraerme, y no me queda más remedio que claudicar ante quien ha sido capaz de sintetizar pop y rap en un todo consistente: M.I.A., tanto en su faceta en solitario (en alguna ocasión, no especialmente memorable, con Timbaland también por allí: Come around), como cuando decide ejercer de mecenas de nuevos talentos, empezando por Santigold (¿os acordáis de Santigold? Igual es porque antes se llamaba Santogold. El caso es que parece que antes de que acabe el año habrá puesto en el mercado la esperada continuación de su debut homónimo. Homónimo con el nombre viejo, aclaro) y con última parada en Rye Rye.

Joder, ellas sí que visten bien.

Desde Baltimore, la ciudad que todos creemos conocer a través de los ojos de Simon/Burns en The Wire, cuando las pretensiones documentales allí eran completamente inexistentes, llega esta chica que también tendrá el examen de reválida este 2011, cuando aparezca su primer disco, Go! Pop! Bang!, esperadísimo merced a los muchísimos retrasos que ha venido sufriendo (aunque nada comparable con el de Missy Elliott, que al final parece que también está al caer), y que apenas ha dejado antes un par de pinceladas para justificar la expectación: primero fue Bang!, melocotonazo absoluto y razón de sobra para marcar con un círculo rojo en el calendario la fecha de lanzamiento, y a continuación llegó Sunshine, no tan redonda, pero con un estribillo hummed (¿cómo se dice en castellano hummed? ¿Tarareado con la boca cerrada? ¿Murmurado? Menuda mierda de alternativas, lo dejo así y punto) que la redime con creces.

Si esos dos aperitivos contaban con la propia Maya como contrapunto para el trabajo de la protagonista, parece que en el tercer adelanto del LP por fin esta ha podido despojarse del lastre que supone la sumisión a su productora, eligiendo como sidekick (¿compinche? Venga, me vale compinche) a Robyn, la indiscutible reina del pop en la actualidad (¿cómo? ¿Que hace menos de un mes dije que ese puesto lo ocupaba Rihanna? Oye, sería un error de imprenta), que aparece en escena para repetir una y otra vez el estribillo de Be mine!, una de las muchas joyas de su tan lejano penúltimo álbum, aquí devenida Never will be mine.

Ya desde el propio vídeo, que abandona por completo el kitsch de los dos primeros, una de las señales del tronco común con los inicios de la ceilanesa, y se decanta por la sobriedad más algún que otro juego de doppelgängers, a la manera de un Michel Gondry contenido, se percibe el cambio de tercio, el reemplazo del exceso por la sutileza, excepto, por supuesto, en el vestuario, que, a pesar de que aquí desecha los chándales de táctel, habida cuenta de la ausencia de su máxima valedora, tiene cabida para más de un modelito, por ambas partes, que causará las pesadillas de cualquier diseñador. Por no hablar de la funda rosa de iPhone.

Este duelo al sol entre las dos pistoleras se salda, claro, con victoria de la más veterana, sin que eso signifique que la principante salga mal parada de todo esto: el resultado logra ser más memorable (incluso) que el tema que toma como punto de partida, confirmando que otra comunión entre géneros es posible, más allá del género diva del pop apoyada en rapero macarra. El otro lado del espejo lo constituiría el acontecimiento análogo, desde el lado pop, también con M.I.A. entre medias, pero convertida en el sample que se repetía una y otra vez en Diplomat’s Son. Al final, parece que lo de la cultura del hip hop no es un concepto tan oxímoron como parecía antes de que abriésemos nuestras mentes.

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Acerca de Pero vistes bien

Hola, qué tal. Yo bien, aquí, tirando. Pero hablemos de música. Me molan los grupos chulos; los otros ya algo menos. Diría que eso lo resume todo con respecto a mí: ahora habladme de vosotros.

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