El mundillo de las publicaciones (de la revista más seria al fanzine más piojoso, rango en el que dejo a vuestro criterio que nos situéis a nosotros) dedicadas a la crítica, con independencia de que se apoyen en uno u otro arte, puede resultar un misterio visto desde fuera, pero, para el lego, se puede resumir de una forma harto comprensible si le explicamos el detalle de que la responsabilidad de evaluar una y otra obra no se asigna de manera aleatoria; es más: salvo excepciones, no interviene la figura de un redactor jefe para repartir el trabajo, sino que son los plumillas los que reclaman para sí a los artistas que tienen en su punto de mira. Y este interés viene, salvo por los contados casos en que se quiere construir una determinada teoría tomando como punto de partida un determinado trabajo, porque se sigue con interés la carrera de ese autor o bien porque se detesta todo lo que lo rodea y lo que se pretende es colocarle los puntos sobre las íes. Explicado de forma aún más gráfica: comerle la polla o darle por el culo. Y yo a Low vengo a comerle la polla bien comida, como está mandado.
No voy a dármelas de experto en la obra de los de Minnesota, en la que tendría que pasar de puntillas por el segmento de mayor extensión, el correspondiente a los años noventa, y a la que llegué, como la mayoría, a través de The Great Destroyer, pero, medio año (período que incluye el plantón, del que no dejaré de arrepentirme hasta que consiga verlos en directo, que les propiné en el pasado Primavera Sound en favor de Belle & Sebastian, por una de esas coincidencias que te destrozan el alma y que son el día a día de estos festivales con mastodóntico cartel) después del lanzamiento de C’mon, el álbum ha alcanzado ya, por méritos propios, un lugar destacado dentro de la estantería de los clásicos contemporáneos.
Mimi Parker petándolo en la portada del disco.
La fórmula es, en esencia, la de siempre: las voces de Alan Sparhawk y Mimi Parker, el matrimonio (en términos literales: como voy de metáfora pedante en metáfora pedante, mejor aclararlo) que constituye la esencia de la banda, se alternan en una y otra canción, siempre con un tempo marcadamente lento, dejando caer cada palabra como gotas de lluvia que se deslizan contoneándose al resbalar desde una hoja (¿en serio he escrito eso en lugar de algo más físico como «procesándose como el bolo alimenticio durante una digestión pesada»?), al ritmo de unas guitarras que siguen un ritmo parejo al vocal.
Como ya ocurría en The Great Destroyer, donde a ver quién se atreve a decir que Walk into the Sea es mejor o peor que Silver Rider o Cue the Strings, lo que tenemos ante nuestros oídos es algo tan redondo que resulta imposible hablar de canciones mejores y peores. Y, una vez aclarado que esto es perfecto de cabo a rabo y apartados los criterios cuantitativos y cualitativos en favor de los descriptivos, ya se puede comenzar a desgranar el material.
El centro del álbum, el agujero del CD, lo ocupa $20, bellísima declaración de amor, cercada con metáforas que casi se susurran, para arrobar cuando se llega al, por llamarlo de alguna manera, estribillo, donde Sparhawk proclama que su amor es gratis. Si nos movemos hacia el inicio, nos encontramos con Especially me, cuyo vídeo oficial (que de originalidad anda más bien escaso) se presentó hace poco más de un mes, y que corre en lo vocal (no puedo elegir entre los temas, pero entre las voces sí, y me quedo con la de la Parker con los ojos cerrados) a cargo de ella, al igual que You see everything. Pero es que aún quedan en el tintero los contrapuntos optimistas de Try to sleep y Done, el protagonismo de las guitarras en Witches (una de las mejores letras del álbum, que ya es decir, con bastante de parábola, por mencionar de manera sutil, peaje que aún no había pagado, el cristianismo de la pareja), o el tono más folclórico, rupturista con el resto de temas que la preceden, del cierre, mano a mano, con Something’s turning over.
Por ponerle algún pero, está la duración rozando lo desmesurado de Nothing but Heart, que no desmerece al resto, pero que se antoja más estirada de lo conveniente para el disco, que no para un concierto, donde su lentísima, incluso para ellos, escalada desde la nada hasta el todo, repitiendo una y otra vez que son todo corazón, encontraría su razón de ser. Se comprende, pues, que aparezca en todos sus setlists de la gira del C’mon, aunque ya menos su elección como tema de apertura, cuando pide a gritos ser colocada justo antes de los bises.
Cuando quedan exactamente tres meses para el cierre del ejercicio; esto es, completados tres cuartos del período musical, ya contamos con un candidato en firme para llevarse crudas las votaciones de disco del año. Pero eso será si PJ Harvey, que emociona incluso vestida de mamarracha, con su autoarpa y sus plumas, lo permite.
Tracklist
01 – Try to sleep
02 – You see everything
03 – Witches
04 – Done
05 – Especially me
06 – $20
07 – Majesty/Magic
08 – Nightingale
09 – Nothing but Heart
10 – Something’s turning over
Nota: 10/10
Low: Página oficial | Facebook | Last.fm
1 comentario en “Low – C’mon (Sub Pop, 2011)”
Los comentarios están cerrados.