Como algunos otros, conocí a The Gaslight Anthem cuando telonearon a Foo Fighters en Madrid el año pasado. En el Palacio de los Deportes parecía no encajar, en un sitio tan grande, pero tenían muy buenas canciones, había que darles una oportunidad. No lo voy a negar, tenía muchas esperanzas puestas en este concierto. Y la verdad, salvo por esos momentos en que la voz de Brian Fallon se perdía, se cumplieron todas. Tras haberles visto en un recinto más grande, verlos en una sala pequeña (aunque sea ésta) ha mejorado mi opinión sobre ellos. Anoche hubo buen ambiente y en general la interpretación no estuvo nada mal, desde donde estábamos situados la acústica no era tan mala y la visibilidad buena. Eso sí, ¿podrán decir lo mismo el resto de los asistentes? Lo dudo bastante, ese escenario tan bajo no tuvo que ayudar mucho.
En New Jersey no sonríen. Les faltan unas tapas en La Latina
Las puertas abrieron puntuales a las siete y media como un reloj. Momento en el que también pudimos ver a las autoridades madrileñas realizando su inspección. ¿Casualidad que sea la primera vez que les veo haciendo esto tan exhaustivamente? No lo sé, es posible que en otras ocasiones no no me haya fijado. En este caso las salidas de emergencia estaban perfectamente señalizadas y se podía respirar y estar en la sala sin problemas. Algo que ellos tampoco pudieron comprobar, ya que cuando hicieron la revisión tan solo estábamos los primeros temerarios (los que quieren primera fila por encima de todo y los que no nos queremos perder ni los teloneros). Pero como todo eso es otro tema, lo dejaremos aparte.
A las ocho en punto de la tarde un chico y una chica se subieron al escenario. Eran His Majesty the King que tuvieron sus tres cuartos de hora de rigor para tocar algunos temas entre los que incluyeron una particular versión de Breed de Nirvana. Particularmente el cover en cuestión no me gustó nada, pero es probable que esté tan acostumbrada a escuchar a Nirvana que no acepte bien los cambios. Para que podáis juzgar vosotros mismos, aquí tenéis el enlace a la canción. A grandes rasgos se puede decir que aprovecharon su tiempo, dieron un buen concierto en el que al final la gente incluso se fue animando a bailar un poco más y a aplaudir con más fuerza. La verdad es que simpáticos estuvieron, ya sea por olvidarse de decir quién eran (el batería se lo recordó a la vocalista), por tener chuleta a la hora de cantar canciones nuevas o por intercambiar papeles a mitad de concierto. Además sorprende ver cómo esa pequeña chica con sus medias de lunares era capaz de emitir un borrazón brutal en algunos estribillos. Una buena apertura para lo que venía a continuación.
Chica hacendosa que vale para todo
Tras His Majesty the King, el ambiente se comenzó a caldear. Técnicos que desmontan instrumentos, prueba de todos y cada uno de ellos… Alguien que coloca una vela y varios muñecos (entre los que pudimos distinguir el muñeco de los Marshmallows de los Cazafantasmas)…Y por fin, The Gaslight Anthem llegaron al escenario. Al principio la voz del vocalista casi no se escuchaba (se perdió en varias ocasiones bajo el peso de los instrumentos) y el sonido parecía estar un poco alto, pero al menos esto último se solucionó. Abrieron la noche con Mae, The Spirit of Jazz y Old White Lincoln y para ese momento ya estábamos disfrutando con el sonido de esas guitarras que tanto les caracteriza. Después tuvieron otro bloque en el que pudimos escuchar y corear como se merecen The ’59 Sound, 45 o Handwritten. Pero la que de nuevo se metió en mi cabeza gracias a su «Ohh Sha, la, la», fue Here Comes My Man, que supongo que será una de sus futuras habituales en grandes conciertos.
Sin manos y cabezas no parecería un concierto
Después de esto todavía nos quedaba Keepsake, la genial interpretación de The Queen of Lower Chelsea en la que Brian cerraba sus ojos en cada palabra que salía de su garganta, poniendo todo el sentimiento que era capaz. Para acabar cerraron con The Backseat para disfrute del personal. Tras este final, una leve despedida, los técnicos haciendo un poco el paripé, un público convencido de que iban a volver y un pitido que destrozaba los oídos y que no dejaría de escucharse hasta que finalmente volvieron a las tablas. Para los bises dejaron She Loves You, Mullholland Drive, la conocida American Slang y finalizaron con Great Expectations. Esta última hizo que muchos de los asistentes corrieran a las primeras filas a meterse a todo el meollo de la cuestión para darle la despedida a la banda que rápidamente abandonó el escenario.
Brian, las veces que habló, estuvo bastante simpático. Esto no es extraño, como frontman en su trabajo, pero sí me llamó poderosamente la atención su actitud. Como si estuviera entre amigos, poniendo caretos cada vez que hacía una broma e incluso haciendo gestos, tuvo un momento Ladies que toman el té bastante interesante. Pero lo hacía demasiado para las primeras filas, es posible que todos los que estuvieran en la parte de atrás, además de estar luchando por ver, ni siquiera se dieran cuenta de que esto estaba pasando. Como siempre, esto cambiará según la percepción de cada uno de los asistentes. Habrá gente que los considerará fríos, desde luego en algunos momentos lo parecieron mientras tocaban un tema seguido de otro sin tregua.
La sala estaba bastante llena y había un poco de todo, aunque abundaban los varones con camisas de cuadros. Durante todo el concierto tuve la sensación de que muchos de los presentes daban más de lo que realmente exige la música, pero está claro que los directos cada uno los vive a su forma. Nos encontramos esa extraña mezcla de asistentes a conciertos: el que lo da todo, el que no se mueve (ese ser incomprensible para mí), las parejas que se llenan de arrumacos (iros a un hotel coño), los que solo mueven la cabeza, los que solo mueven los brazos y la parte superior del cuerpo, o los que se dejan llevar y hacen lo que les pide el cuerpo (una mezcla de todos los anteriores según la ocasión lo requiera). Yo pertenezco a este último grupo con el absurdo aliciente de cerrar los ojos y cantar (mal) a pleno pulmón. Os imagináis veros tal y como estáis en un concierto pero solos y aislados en una habitación con luz, ¿qué tal parados saldríais?
Para acabar diré que, como siempre antes de un concierto, había dado un repaso a los setlist de sus últimos directos e iba con las ilusiones puestas en que tocaran la versión de Sliver de Nirvana. No pudo ser, pero ninguno de los asistentes puede quejarse y menos después de los 22 temazos que tocaron durante las casi dos horas que duro su recital. Un tiempo en el que no podías dejar de querer más y más aunque la voz de Brian se resintiera al final. El concierto me gustó, buenas canciones, buena música y unas guitarras que te hipnotizaban. Una buena actuación de los de Jersey a los que esperamos poder volver a ver en un espacio reducido.
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