Lo vivido en el concierto de anoche de The New Raemon en la sala LeClub de A Coruña debería contar como un 4×1. Y no sólo porque el catalán viniera acompañado de una de las voces más dulces de nuestro país, la de Clara Viñals, de Renaldo & Clara, sino por que para servidora era la cuarta vez que lo veía sobre el escenario y sin embargo sorprendió con un repertorio bastante completo, versiones mediante, y ese humor negro que caracterizan la mayoría de sus anécdotas presentes entre canción y canción y no sólo en las letras. Hasta la fotógrafa Cris Andina (y por ende las fotos de esta crónica son suyas), que tenía muchas ganas de verle en directo, salió sorprendida.
Aunque al principio el ambiente de la sala no era propicio para lo que nos esperaba, al final llegaríamos a juntarnos allí bastante gente. Fue Clara, acompañada en todo momento de su acústica, la que tuvo que enfrentarse a un público demasiado charlatán que se fue callando a medida que se sucedían las canciones de la artista caracterizadas por sus letras tan intimistas. Comenzó tímida con El Camí y tras un rápido cambio de guitarra con Gira-Sols, uno de los muchos sencillos de temática amorosa.
Tras Lilà, una falsa canción de desamor, enlazó directamente con otra sobre los flechazos, ese cosquilleo tonto del amor a primera vista titulado D. Un dulce «merci» dio paso a Els dies s’allarguen, una canción sobre el amor primaveral, ese que alborota las hormonas y muy acorde para la época en la que estamos. Después de estos primeros temas y más segura sobre el escenario, continuó con Migrador. Amor y distancia nunca fueron compatibles y si leéis la letra podéis fijaros los arañazos que hay escondidos detrás de tanta dulzura. Nos preguntó varias veces si entendíamos las letras y después del agradecimiento a Ramón por llevarla de paseo, nos encontrábamos disfrutando de un enfado por no ser capaz de corresponder a uno de sus novios, una canción dedicada a un antiguo profesor de francés, Après la Fête y luego de una pequeñita ovación llegó la cortante Al final de les mans. «Entre els barrots veig el que hi ha, ungles afilades al final de les mans». Poco más tengo que decir sobre el directo tan personal y frágil que ofreció Clara, ya que creó el ambiente idóneo para darle el relevo a un Ramón camuflado entre el público.
Setlist Clara Viñals:
El Camí
Gira-Sols
Lilà
D.
Els dies s’allarguen
Migrador
Les runes
Sant Martí
Après la Fête
Al final de les mans
Me parece algo absurdo presentaros a estas alturas a The New Ramon porque solamente si habéis estado escondidos los últimos años no sabréis de quién os hablo, pero como creo que no es el caso, vamos allá. Finalizado el directo de Clara y echando una visual a la sala, pude observar que el público de LeClub no era precisamente un compendio de niñas histéricas, sino una mezcla de edades y sexos que llenó sin espacios la sala. El catalán abrió el concierto con sus Risas enlatadas, La ofensa y una amarga El verdugo ante una multitud que lo adoraba y comenzaba a acompañarle en los coros (eso sí, aquellos que no estaban más preocupados en hablar en voz alta de cualquier gilipollez excepto del concierto). Ramón presentaba su disco nuevo, Tinieblas, por fin, aunque eso no le impidió deleitarnos con alguna vieja gloria como El fin de la resistencia (de su gran A propósito de Garfunkel), muy seguida por el público y que nos llevó a subir al vagón de los éxitos: Sucedáneos y «una de esas canciones para cuando una novia te deja y quieres que vuelva y le escribes un email», La cafetera.
La impresión que transmitía en todo momento es que iba a ser un concierto amplio, las canciones sonaban perfectas apoyadas por la emoción del público de las primeras filas que bañaba sus temas en aplausos. Tras la obligada versión de Te debo un baile de sus amigos Nueva Vulcano, llegó el turno de «una canción que en el disco suena muy cañera», Marathon Man, que junto con Grupo de danza epiléptica más adelante, serían las cuatro canciones que tocaría durante toda la noche del disco presentaba. A partir de aquí, el concierto se convirtió en un esperado repaso a su discografía empezando con una de mis favoritas: El refugio de Superman, con ciertos cambios en la letra («la revolución francesa interna…»), que desembocó en la que el llamó «un plagio inconsciente», Elena-na, que fusionó con la susodicha y preciosa Wicked Game, del mítico tema de Chris Isaak.
Ramón es uno de esos músicos a los que no se le coge en un despiste, demasiados escenarios a sus pies y musicalmente sigue siendo una gozada escucharlo y más aún si sigue mezclando temas de ayer, de hoy, versiones y anécdotas varias. Pero el precioso momento del concierto de anoche llegaría a la hora de interpretar (¡mi cara era un poema!) Virginia, de David Bazan, al que mandó bastantes saludos haciendo mención también a su paso por Ourense. Después de un merecido gran aplauso, seguía bromeando con su peculiar humor y sonriendo sin parar. «Joder, ¡cómo os gustan las canciones de desamor y de rupturas! Así daba paso a Lo bello y lo bestia antes de El saben aquel que diu y el chiste que alguien pidió entre el público y que lo pilló desprevenido, venía a decir algo así: «Dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo: – Oye, ¿qué tal todo? + Bien, encontré trabajo de profesor de inglés y tal. – ¿Un trabajo estable? + No, table es mesa». Un músico dispuesto a ofrecer platos fuertes entre La dimensión desconocida de la luz roja de la sala, que fue recibida con júbilo aún entre risas.
Tras esta última, aprovechó para avisarnos de que se iba a saltar todo ese paripé absurdo del bis: «imaginad que ya he bajado, habéis gritado otra, otra y ya he subido otra vez, ¿de acuerdo?». Comenzó con Repartiendo el sombrero, de su disco El problema de los tres cuerpos en el que participan también sus amigos Francisco Nixon y Ricardo Vicente, y la verdad fue una grata sorpresa que al terminar ésta, el catalán se sincerara con nosotros contándonos que ésa y la siguiente, eran un pequeño homenaje a su padre. «Un hombre sabio, que por eso está jubilado», decía. El fin del imperio sonó realmente dura, una buena crítica a la basura de país en la que nos encontramos actualmente y donde realmente fuimos Consciente Hiperconsciente de que tenía razón. En Tú, Garfunkel pidió la colaboración del público para «destrozarla» y durante el tiempo que duró, sólo nos preocupamos del pequeño karaoke que se montó al acompañarle las chicas en una parte y los chicos en otra.
Y entre risas interpretaba su tema número 19 de la noche y entre una ovación dio paso a un momento de peticiones donde al final la ganadora fue Mano izquierda, antes de Grupo de danza epiléptica, que gracias a su «intensidad de la hostia» funcionaría como cierre de un concierto notable, sin nada que achacarle al músico, muy amplio en temas donde la única pega que le puedo poner es que quizás a algunos nos sigue gustando el formato minimalista, pero nada más que echar en cara a un artista que parece que tiene prohibido el decepcionar.
Setlist The New Raemon:
Risas enlatadas
La ofensa
Verdugo
El fin de la resistencia
Sucedáneos
La cafetera
Te debo un baile
Marathon Man
El refugio de Superman
Elena-na
Virginia (Versión David Bazan)
Lo bello y lo bestia
El saben aquel que diu
La dimensión desconocida
Repartiendo el sombrero
El fin del imperio
Consciente hiperconsciente
Tú, Garfúnkel
Mano izquierda
Grupo de danza epiléptica
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