Hola, ¿qué tal? ¡Cuánto tiempo! ¿Seguís todos bien? Bueno, vamos a lo importante: Javier Krahe en Mardi Gras. Tuve la oportunidad de asistir al concierto del madrileño en la noche del jueves 21. Para el que no lo conozca, Krahe, caballero de triste figura, casi parido de una Mandrágora junto a otros dos secuaces (ya sabéis, Alberto Pérez y uno de Úbeda) prosiguió su carrera por los escenarios de esta tierra con sus letras mordaces, críticas e incluso a remojo del Brassens más canalla hasta llegar a ser un prolífico artista (con perdón) y una figura de culto para generaciones una detrás de otra. Para conocerlo hay que escucharlo y para comprenderlo hay que verlo en concierto. Así que ahí fuimos.
Cuando el cartel de completo cuelga desde esa tarde y al llegar a la sala ves una cola que gira la esquina con gente de diversas edades y pelaje, lo mejor que puedes hacer es dejar que entren e ir a por una cerveza. A Krahe se le entiende así, relajado, con tiempo por delante para reírse cuando toque y cuando no. Arrancaba ante una sala llena y agolpada con una presentación tranquila, casi tartamudeante, de lo que iba a ser el show: una presentación de las canciones de su último disco Las diez de últimas salpicada por otros éxitos de su carrera.
Abría con Antípodas y con su pinta de profeta adormecido con una banda que le acompañaba con contrabajo, guitarra y saxo, clarinete o flauta según se diera la canción. Todo esto mientras le cuchicheaban las canciones, aportaban nuevas narraciones o respondían a las dudas del cantautor haciendo que el cuerpo del concierto tuviese un aire de café-jazz despreocupado. Con Mariví o Agua de la fuente empezaba a presentar las credenciales de su último álbum, todo tapizado por presentaciones líricas que rompían las risas del respetable, buscadas como quien no quiere la cosa por Krahe.
No iba a faltar la casi exigida alusión al plato cristiano que dijeron que había cocinado apócrifamente tiempo ha y que casi nos cuesta un disgusto a nosotros, a él y a la libertad de expresión. A algunas letras de Krahe no hace falta hervirlas para ver que son cristalinas ( «El señor no es mi pastor / no soy ningún borrego») y el público aceptó sin concesiones e hizo suyos los temas que hasta ayer desconocía y que no necesitaron corear. Por sus caras solo parecían pedir que el chulo del escenario bajara a enseñar gramática a unos cuantos.
Los músicos que le acompañaban le quedaban como anillos de oro a los dedos de la mano y lo complementaron a la perfección. Entre unas celebradas Vecindario, Dos de Mayo o La Yeti (donde se desbocó su vena más latina, llegando a pronunciar azúcar con ‘s’ con su característica flema, un despiporre) siguió colando nuevos éxitos, tapizados con esas toses que también son Krahe. Entre medias tuvimos la oportunidad de disfrutar de la cantautora Palito que coló entre risas dos temas propios muy al corte del madrileño y que no solo no desentonaron sino que fueron apreciados por los presentes.
Todas las canciones de Krahe hablan de amor y con ello de otras mil cosas. La risa esconde y enseña un sentimiento melancólico terrible, entre un sainete con kazoo y una resignación de romántico perdedor que pone en duda hasta el aire que respira y es que desde la ley antitabaco, el oxígeno ya no sabe igual. Su único lugar es el escenario y con su voz y canciones huye de todo envoltorio superfluo, homenajes pomposos o complejidad más allá de la canción y su mensaje. Ahora que está de moda el baile de nombres a teatros, el día que le pongan su nombre a un auditorio (que méritos no faltan), lo primero que hará Krahe es ir a mear a la puerta. Vamos, supongo.
Con el apogeo del concierto en un bélico Dos de Mayo y sacudiendo algunos de los últimos temas de su disco dio por finalizada la obra y regaló un bis para el concierto, que siendo quizás algo corto resultó muy satisfactorio y se clausuró con Décimas con Aguarrás y Diente de ajo. A Krahe uno puede ir muy reído de casa que allí aún le hará carcajearse más de una vez. Verlo siempre vale la pena, da igual la edad, la procedencia o las preferencias musicales. Krahe es un monstruo del escenario, con su pasotismo excepcional, con su lírica de apisonadora. Pero también es todo lo contrario, es negarse a sí mismo. Es la pijita que pregunta a su novio después de la primera canción «Oye, ¿y todas las canciones son así?». Si Krahe la llega a oír la sube a la tarima para darle un abrazo. Y luego hace más canciones así, claro. Y menos mal.
Setlist:
Javier Krahe: Página oficial | Facebook | Last.fmAntípodas
Mariví
Agua de la fuente
Navalagamella
Fuera de la grey
Vecindario
Puzzle
En la costa suiza
La Yeti
Con pasos cerriles
Dos de mayo
Tombuctú
Ay Democracia!Encore:
Décimas con aguarrás
Diente de ajo