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¿Os interesa leer nuestras reseñas sobre discos? En esta sección analizamos los álbumes que más nos interesan y damos nuestra opinión sobre ellos. Además, vosotros también podéis hacerlo y votar, que eso siempre gusta.

Public Image Ltd. - This Is PiL

Public Image Ltd. – This Is PiL (This Is PiL, 2012)

Johnny Rotten está de vuelta. No, no son otra vez los Sex Pistols liándola por ahí y haciendo giras en las que dejan claro lo que es el paso del tiempo. No. Esta vez se trata del otro proyecto del controvertido cantante, que inició tras abandonar la banda punk inglesa a finales de los 70. Public Image Ltd. fue un invento que no le salió del todo mal a Lydon (su verdadero apellido) al principio, aunque pronto los fans de los pistoleros sexys se fueron olvidando de él y de sus nuevos trabajos. En cambio, ganó a otro tipo de fans, se sumó a la ola del post-punk (de cuyo género fue uno de los precursores) y fue sacando discos y discos hasta el año 1992, en que el grupo se disolvió tras publicar That What Is Not.

En sus primeros años le acompañaban músicos conocidos como Keith Levene (que estuvo en The Clash en sus inicios) y Jah Wobble. Ahora, tras veinte años sin publicar ni un solo álbum de estudio (pero sí un directo en 2009, ALiFE), Lydon se rodea de Bruce Smith (The Pop Group, The Slits), Lu Edmonds (The Damned) y Scott Firth (bajista) para traernos This Is Pil, un álbum de 12 canciones de más de una hora de duración que comienza con el tema que da nombre al disco, en el que el propio Johnny nos introduce en su particular mundo a base de alaridos. “Está usted entrando en la zona PIL”. Más que una bienvenida, parece que nos está advirtiendo para que quitemos el disco. ¿Le deberíamos hacer caso?

Public Image Ltd.

Disgustados, esa es la palabra

Tras esta peculiar introducción, por cierto, bastante potable, llega uno de los temas fuertes del disco. One Drop fue elegida por el grupo (para qué engañarnos, por Rotten) para salir como EP en el Record Store Day acompañado de otros tres temas. En este corte se resume a la perfección lo que fue PIL en sus días: un cantante que en nada se parece ya al de los Pistols, con música totalmente alejada del punk y con ritmos a los que les tienes que coger el puntillo. Si se lo coges, esta canción te gustará. La letra versa sobre la vida del propio cantante en Finsbury Park (Londres), donde creció («We come from chaos, you cannot change us»). El tema fue estrenado en este concierto.

No hay ninguna Annalisa en este álbum. Aunque parezca que persigue crear algo parecido con Deeper Water, no lo consigue. Las guitarras sacan de un aprieto a Rotten en esta ocasión, pero el repetitivo estribillo lo hecha todo a perder en esta canción en la que la letra abandona el tema urbano para centrarse en otro más natural. Terra-Gate es la más movidita de todas. La voz cambia de registro en ocasiones, y se agradece, pero se agradece sobre todo la batería y los rápidos acordes que saca de su instrumento Edmonds.

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One Drop

Tras un tema potente, Human pasa totalmente desapercibida y nos encontramos con I Must Be Dreaming, uno de los tres temas que acompañabana a One Drop en el EP. Es, sin duda, la peor canción de las 4 publicadas para el Record Store Day. Hubiera sido una mejor elección Terra-Gate antes que esta canción un tanto soporífera, como bien indica su título. De It Said That se puede decir que podría haber salido algo mucho mejor si la presencia de la guitarra fuese más evidente y la voz de Rotten no quisiese centra la atención del tema.

The Room I Am In y Lollipop Opera son los temas que completaban aquel adelanto para el Record Store Day y que también están en este disco. La primera es, simplemente, rara: Johnny experimentando. Sobre una base monótona, por momentos habla y por momentos canta sobre la habitación en la que se encuentra. Seis minutos son excesivos para el bailable noveno tema, que gana muchísimo más en su versión para radio acortada. El décimo corte es Fool, y sigue pareciendo que nos quedamos a medias en un canción parecida a Human y que peca, como la mayoría, en lo larga que es.

Para finalizar el álbum, Lydon nos reserva dos canciones totalmente diferentes entre sí. La primera es Reggie Song, en la que se habla de un personaje que, dado lo autobiográfico del álbum, podría haber existido. Out Of The Woods ya es harina de otro costal. Más de nueve minutos en los que Johnny Rotten hace, básicamente, lo que le da la real gana. En la canción, todo va ganando en intensidad con el paso de los minutos, aunque si le hubieran quitado la mitad no pasaría nada.

Lydon no se cansa. Londres y su país natal siguen centrando la casi totalidad de sus letras y sigue nutriéndose del espíritu punk en el que creció y evolucionó. Él mismo considera que PiL gana mucho más en directo y pocos se esperaban un nuevo álbum. Pero aquí está. ¿Cómo se puede resumir? Más de lo mismo. No haya nada nuevo en las canciones que nos traen estos ingleses y ya expresaréis vosotros vuestras opiniones acerca de la portada, que también tiene tela. Por cierto, tendréis la oportunidad de verlos en directo el 30 de junio en Barcelona en la sala Razzmatazz. ¡No os olvidéis de votar el disco en las estrellas bajo el tracklist!

Public Image Ltd. - This Is PiL

Tracklist:

1. This Is PiL (3:39)
2. One Drop (4:51)
3. Deeper Water (6:07)
4. Terra-Gate (3:47)
5. Human (6:02)
6. I Must Be Dreaming (4:13)
7. It Said That (4:08)
8. The Room I Am In (3:07)
9. Lollipop Opera (6:54)
10. Fool (5:52)
11. Reggie Song (5:48)
12. Out Of The Woods (9:41)

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Young & Old

Tennis – Young & Old (Fat Possum, 2012)

En muchas ocasiones (bueno: en algunas ocasiones), las frases más dolorosas se pronuncian acompañadas de una sonrisa. Aunque una voz como la de Alaina Moore, cantante y mitad, junto a su marido Patrick Riley, de Tennis, empuje a pensar en el buen rollo y en el tontipop, lo que tenemos entre manos no es Papá Topo, precisamente, sino una banda que toma lo agridulce por bandera para entregar una colección de canciones con la característica común del dulce garrapiñado que envuelve una píldora que, una vez deshecha en el estómago, duele como si uno se hubiese tragado un puñado de alfileres. Si tuviésemos que asignarle un equivalente cinematográfico (que no tenemos, pero lo hacemos igual, que nos encanta), podríamos aproximarlo a los mágicos mundos que crea una y otra vez Wes Anderson, modelados para soñar, pero, sobre todo, para sufrir.

Young & Old

Siguiendo al pie de la letra el esquema que habían trazado en su disco anterior, el de debut, Cape Dory, la pareja construye otras diez canciones, todas entre los tres y cuatro minutos de duración, cinceladas en torno al lema que sirve como estribillo para High Road, “Paradise is all around, but hapiness is never found”: el tan lejos, tan cerca de la felicidad que se encuentra al alcance de una mano que, por más que lo intenta, no acierta a asirla y que se traduce en letras cuyos temas predilectos son los amores imposibles (ya desde los versos que abren el disco al tiempo que It all feels the same: “Took a train to/ took a train to get to you./ Finally got there/ and I couldn’t find you anywhere”, que funcionan como inmejorable declaración de intenciones) y los posibles, pero bastante complicados.

A pesar de los recelos con los que fue acogido Cape Dory, la fórmula de la banda que se formó durante un crucero que realizaba el matrimonio (esta anécdota queda siempre muy bien) no solo sigue funcionando, sino que encuentra su verdadera razón de ser en unas composiciones tan simples en sus melodías como complejas desde el punto de vista de las letras, cuyo conjunto sería insostenible si no fuese por el agente catalizador en forma del timbre de Alaina, auténtico motor del vehículo, que en cualquier otro caso provocaría que unos versos así de intensos sonasen a parodia.

Entre los temas que conforman este Young & Old, que funciona a las mil maravillas desde un nivel conceptual, pero cuyos cortes se pueden entender sin mayor problema de forma independiente, los más logrados los tenemos, además de en la citada High Road, en la optimista (también hay terreno para el optimismo, aunque parezca mentira) Dreaming, en el escepticismo de uno de los temas más bonitos de lo que llevamos de año, Take me to Heaven o el desgarrador grito de auxilio a partir del pecado original de la separación en Origins.

Inclasificables por muchos motivos, en unos tiempos en que los grandes artefactos musicales que confunden complejidad con calidad son el pan nuestro de cada día (baste como ejemplo el discutible giro ejecutado por Best Coast en su segundo trabajo, ante la constancia aquí evidenciada) Tennis consigue rebatir en un plumazo de poco más de media hora todas las tesis grandilocuentes cuando logra que, a partir de unos ingredientes mínimos y una elaboración sencilla, el regusto que el resultado final deja en el paladar dure mucho más que alternativas que se pretenden con mucho más poso.

Tracklist

01 – It all feels the same
02 – Origins
03 – My better self
04 – Traveling
05 – Petition
06 – Robin
07 – High Road
08 – Dreaming
09 – Take me to Heaven
10 – Never to part

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¡Menos samba!

Sr. Chinarro – ¡Menos samba! (Mushroom Pillow, 2012)

¿Qué nombre le ponemos al factor que separa dos obras que nacen con propósitos similares, son desarrolladas por artistas con capacidades parejas siguiendo métodos análogos y que, sin embargo, desmbocan en unos resultados excepcionales en un caso y mediocres en el otro? Se trate de suerte, talento o puntería, en Antonio Luque, que, finalmente, ha decidido publicar con su apodo de toda la vida, Sr. Chinarro, y no como su nombre real, como amenazaba, este ¡Menos samba!, la franja que separa Pinto y Valdemoro ha sido siempre muy estrecha y no acaba de definirse completamente hasta transcurridas unas cuantas escuchas, las que separan el bochorno inicial al tropezarse con la analogía aquella con el pan Bimbo en Anacronismo y el convencimiento final de que se trata de una de sus composiciones más brillantes.

¡Menos samba!

Ante las críticas poco acogedoras que recibió su anterior disco, Presidente, hace tan solo un año, en el que convivían clásicos instantáneos como Babieca o María de las Nieves con tiros errados (y bien errados) como La lección o Un final feliz, Luque se lía la manta a la cabeza y decide que cuanto más mejor o, al menos, que, disparando en todas las direcciones, en algún momento acertará en la diana. Y no se equivoca, aunque quizá en sus cálculos no hubiese contemplado que la operación se saldaría con daños colaterales de considerable magnitud.

En las 19 pistas que conforman este regreso que llega antes de que nos hubiésemos siquiera repuesto del impacto de su predecesor encontramos de todo: desde composiciones que encajan milimétricamente en el canon chinarresco hasta coqueteos con otros géneros que uno no sabe muy bien si tomarse en broma o en serio. En la primera categoría aparecen Tu elixir, relectura de Del montón que la lleva hasta la político-enología, género impensable fuera del mundo de Luque, Todo acerca del cariño, con unas metáforas sobre follar y pescar que resultan más afortunadas de lo que evoca la misma idea en el momento que se coloca sobre la mesa o Santa Bárbara (General Dynamics SA), enésimo acercamiento del compositor al santoral y cuyo estribillo se cuenta entre lo más memorable de esta ecléctica empresa.

En el mismo epígrafe, pero ocupando el polo opuesto en lo que a resultados se refiere, se encuentran la previsible La ley de Murphy (¡de Marfi!), con el ripio más estridente del conjunto (que no el único: muchos otros se aceptan con gusto… ¡si hasta le he dejado pasar un “Brasilia”, de la canción del mismo título, en consonante con “pedofilia” sin decir nada!), el de «la flauta de Bartolo», a la altura del famoso “cordero a la brasa” al que se invitaban los Ellos en Lo dejas o lo tomas. Tampoco aparecerá en ningún grandes éxitos del artista (un grandes éxitos de Sr. Chinarro, dejo ahí el concepto para que lo paladeéis) La aseguradora, compilación de lugares comunes y juegos de palabras antitéticos que no le podemos permitir (“la poliza de vida es de muerte”, venga ya).

Por último, la sección de las excentricidades, que aquí está más concurrida que de costumbre, la ocupan devaneos guitarreros como Hot Mothers, tan agradable como fallido experimento con (a Dios gracias) gaseosa o La plaga, tema puramente de cantautor en el que resulta difícil reconocer al sevillano. El mensaje robótico de La arenga de los sindicatos futuristas cabe entenderlo como una broma para cerrar el disco por el que apenas debemos pasar de puntillas, pero La iguana Mari (la marihuana en una suerte de remedo del monja-jamón) probablemente el peor esperpento que jamás ha escrito Luque, resulta injustificable desde cualquier óptica.

La sabiduría popular es consciente de que que menos es más, pero parece que la información no le ha llegado al Sr. Chinarro. Que alguien se lo comente o algo.

Tracklist

01 – La plaga
02 – Tu elixir
03 – La alcazaba
04 – Hot Mothers
05 – Todo acerca del cariño
06 – Brasilia
07 – La ley de Murphy
08 – La curva de la felicidad
09 – Dinero (otra vez no)
10 – Santa Bárbara (General Dynamics S.A.)
11 – Medio pollo
12 – Todo para mí
13 – La aseguradora
14 – Los años en blanco
15 – Jaleo real
16 – Las habichuelas
17 – Mr. España
18 – La iguana Mari
19 – La arenga de los sindicatos futuristas

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MDNA

Madonna – MDNA (Interscope, 2012)

En un monólogo (¿tiene más?) de Joaquín Reyes, el humorista manchego se cuestiona a propósito de la previsibilidad del lenguaje periodístico, para el que los aledaños han de ser a la fuerza del estadio, un marco tiene lo incomparable por única característica y el rey es campechano. Aumentando la lista, y situados en la piel de plumillas, ¿qué diríais que ha hecho Madonna con motivo de su último trabajo, que lleva por título MDNA? ¿Cambiar para que nada cambie? ¿Ponerse al día, quizá? No, joder: reinventarse. La Ciccone (sí, citar su apellido original es también una cita obligada) se reinventa álbum tras álbum, algo de lo que es consciente hasta el punto de haber titulado así, Re-Invention, una de sus giras.

MDNA

¿En qué consiste exactamente esta fórmula de la eterna juventud? Ni más ni menos que en franquiciar la marca Madonna, que más allá de una persona de carne y hueso (algo que está por demostrar), funciona a partir de experimentos del tipo “¿Qué es para ti Madonna?” (al estilo de los escolares sobre, nuevamente, nuestro monarca) llevados a cabo por los compositores y productores de moda en cada momento, lo que permite que, a finales de los ochenta, con el Like a Prayer, Madonna signifique Prince; que hace cuatro años, con Hard Candy, sea un sinónimo de Timbaland, y que, a día de hoy, cuando esos dos nombres huelen ya a naftalina, los deseche a cambio de otros que en el momento actual se encuentran en la cresta de la ola, como Benny Benassi o Martin Solveig.

Así como un hombre sigue siendo un hombre lo esculpa Botero o lo haga Giacometti, aunque el punto de vista de uno y otro den lugar a obras sin apenas similitudes, es posible trazar una evolución con una cierta continuidad en la carrera de la artista, que, en último término, es quien decide el equipo del que se rodea, a pesar de que los resultados finales deben, en justicia, juzgarse a partir de las firmas detrás de cada corte.

Es por ello que para comprender  este disco resulta imprescindible la escucha provisto de libreto, lo que permitirá que uno comprenda la disparidad entre, por un lado, la artillería de pista de baile que reside en Girl Gone Wild o, sobre todo, I’m addicted, que cuentan con las garantías de un Benassi (de dos Benassi, para ser exactos: su primo Alle también forma parte del equipo) con las tablas suficientes como para edificar el armazón con una materia prima inoxidable que permite que la caducidad del producto no lleve como fecha el día siguiente al lanzamiento; en el otro extremo, el pan para hoy y hambre para mañana al que se adscriben Turn up the Radio o Give me all your Luvin’, singles de usar y tirar que confían en el éxito inmediato para lograr la amortización, utilizando algo que a la neoyorquina le es tan grato como la polémica, para la que no se le ocurrió nada mejor (a mí tampoco) que rodearse de M.I.A. para que consiguiese la atención de los focos merced a su corte de mangas a cámara en el intermedio de la Superbowl, mientras interpretaban juntas Give me all your Luvin’. Como la canción, la polémica dejó de resonar al día siguiente.

Esta irregularidad a la que ya estamos más que acostumbrados (es difícil pensar en algo que haya lanzado Madonna de lo que no podamos rescatar un par de temas o donde no sobre alguno) no supondría mayor problema si no viniese acompañada por un descenso más que en la calidad, en el interés mismo de los temas, más o menos hacia la mitad del disco, que parece completado en piloto automático con rellenos que más que el aplauso o el rechazo, como los arriba comentados, suscitarán, como mucho, la indiferencia: salvo la balada Masterpiece, todo suena a anodino (I’m a Sinner) o directamente a mil veces escuchado (Superstar). Las acciones de la marca Madonna cotizan bajo; la culpa, como siempre, hay que buscarla en sus gestores.

Tracklist

01 – Girl gone wild
02 – Gang Bang
03 – I’m addicted
04 – Turn up the Radio
05 – Give me all your Luvin’
06 – Some Girls
07 – Superstar
08 – I don’t give a
09 – I’m a Sinner
10 – Love spent
11 – Masterpiece
12 – Falling free

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Beach House – Bloom (Sub Pop, 2012)

Lo que sigue es una crítica redactada desde el amor, pero sin obnubilación que valga. No encontraréis en ella comedimiento, pero tampoco una adoración ciega: este es un disco que requiere todos nuestros sentidos.

Del mismo modo que en el preciso instante en que se presentó la lista de películas que compondrían la selección oficial del Festival de Cannes que toca estos días a su fin supimos a ciencia cierta que el nuevo trabajo de Hong Sang-soo, In another Country, contaría con el beneplácito unánime de la crítica, cuando Beach House anunció Bloom como continuación para su aclamadísimo Teen Dream, nos vimos obligados a acoger como axioma que no solo se alcanzaría el casi insalvable listón marcado por el predecesor, sino que se superaría con notable holgura a través de un salto sin relación alguna con las fintas de sus contemporáneos, recuperando el testigo de Dick Fosbury (que no, afortunadamente y si se me permite el aparte, el de quienes confunden el camino de la innovación con el circense, como Miguel de la Quadra y su tristemente famoso lanzamiento de jabalina).

Con su cuarto álbum insisten en una progresión siempre creciente y nunca monótona que, de seguir así, los llevará en su próximo trabajo a salirse de la tabla por arriba, dado que esto es la perfección, el disco absoluto que nos obliga a rediseñar los marcadores electrónicos para anunciar un diez que bebe directamente del de Nadia Comaneci; pero es que Teen Dream también lo era. Con cada nuevo lanzamiento de los de Maryland, el metro de platino iridiado debe sufrir una nueva revisión al alza para actualizar el patrón a los estándares que ellos se ocupan de diseñar.

A menudo se considera al cine arte total, dado que puede utilizar en beneficio propio lo pictórico, lo musical, lo literario o lo arquitectónico, una especie de superarte que aglutina a todos los demás y que además exige la atención absoluta del espectador. La contemporaneidad deshace esta concepción en ambos sentidos: mientras que cineastas como James Benning construyen obras que uno puede degustar periódicamente mientras piensa en sus cosas, Beach House recorre el camino inverso y construye un universo como el de Bloom que absorbe desde el primer momento a quien se expone a su influjo e impide la labor de la música como acompañamiento, otorgándole un rol protagonista.

Publicado en plena época de exámenes universitarios, el boletín de notas de los pobres diablos que hayan pretendido estudiar con Bloom “de fondo” dará fe de esta circunstancia, del mismo modo que existen sospechas más que fundadas de que el hilo musical del despacho de Goirigolzarri lo reproduce en bucle.

Sin cortes de relleno, sin oscilar dentro de la perfección, desde los compases iniciales en que nos sumergimos progresivamente en Myth, primero con la percusión y la guitarra de Alex Scally, más tarde ya cerrando el círculo y entrando en combustión definitiva con la inclasificable voz de Victoria Legrand, hasta que llegamos a los casi siete minutos del corte de cierre, Irene, que empieza como un colofón menor y que acaba por desembocar en la grandilocuencia en cuanto llega el riff.

Diez pistas que ponen la piel de gallina y diez posibles singles, de los que van ya dos: la propia Myth y Lazuli, y a los que ojalá siga la tan enigmática como bellísima (comodín que sirve para referirse a cualquiera de las canciones de Bloom, evidentemente) The Hours. Hasta dentro de la perfección tenemos preferencias y nos encanta elegir.

Tracklist

01 – Myth
02 – Wild
03 – Lazuli
04 – Other People
05 – The Hours
06 – Troublemaker
07 – New Year
08 – Wishes
09 – On the Sea
10 – Irene

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