Parecía que no se iba nunca, pero por fin 2011, el año de la crisis, nos ha dejado y ha permitido que tome su lugar 2012, el año de la crisis. Lo malo es que ahora nos toca hacer los resúmenes y balances que siempre dan rabia en una medida similar a la que molan, pero cuya parte buena es que se pueden construir apropiándose de retales de lo que se ha ido escribiendo a lo largo del año anterior sin que nadie se enfade, copieteando de las críticas pasadas, como los flashbacks imposibles de los episodios recopilatorios de series, esos que a nadie le han gustado jamás, pero con los que tampoco cambiáis de canal.
Bah, venga. Sin más prolegómenos.
Discos del año
01 – Cut Cupy – Zonoscope
Por más que vayan al Sónar y me los disfracen de electrónica sin más, los australianos han rematado con su último trabajo lo que ya se construía de forma más tímida en el anterior, In Ghost Colours: la redefinición de un pop que, ante el pinchazo de las ventas físicas y la tiranía de la radiofórmula, empieza a reconocer que su futuro y su presente no pasan por Pitbull haciendo el mamarracho con la JLo, sino por Caribou remezclando a Radiohead.
02 – PJ Harvey – Let England shake
Lo de reinventarse es algo que utilizamos mucho más para las chicas que para los chicos, y para Madonna más que para nadie sobre la superficie terrestre. No sé si eso es lo que hace Polly Jean, provista de autoarpa, pero la chica, la señora, logra construir algo a la vez distinto y coherente con su obra previa, al tiempo que elabora el mejor acompañamiento para comprender una historia contemporánea que, de bonita, al contrario que el disco, tiene más buen poco.
Os preguntaban que si erais más de Alan o de Mimi y vosotros decíais que de los dos, porque no os conformáis con nada. Pues no os quejaréis, porque aquí tenéis un tour de force de la parejita, empeñada en que vale, que el The Great Destroyer no estaba mal, pero por qué no iban a tratar de superar uno de los mejores álbumes de la década precedente. Si lo logran o se quedan en el intento, poco importa: son magnitudes en las que a ver quién se pone a medir.