Hablar de los Manic Street Preachers es hablar de variedad sonora, de no saber qué esperar (aparte de un trabajo bien hecho). Con más de veinte años a sus espaldas, los de Gales han saltado del rock con vocación llenaestadios de Generation Terrorist al sucio (casi gótico) punk de The Holy Bible, reaparecido con Everything Must Go (un disco de pop-rock redondo) tras la desaparición de su letrista y cabeza pensante Richey Edwards, jugueteado con la new wave en Lifeblood y renacido en Send Away The Tigers o Postcards From A Young Man con otra media docena de discos entre estos cinco ejemplos. Queda más que claro que, por mucho que les guste vacilarnos con la idea, los Manics tienen tralla para rato.
Solo ellos son capaces de sacarle esa elegancia a la trompeta.
Para su undécimo disco no se han quedado cortos con las sorpresas y los giros. En Rewind The Film, Bradfield y los suyos entregan un disco de doce canciones folk llenas de arreglos de trompeta, orquesta y colaboraciones de lujo a las voces. Las letras se llenan de melancolía, miradas hacia atrás y hacia su tierra. Apenas rastro de la siempre fiel Les Paul de su líder, ni de letras retorcidas y siniestras ni de estallidos glamurosos y roqueros, tenemos ante nosotros un disco de verdadera madurez, de mediana edad bien llevada y bien ejecutada y que debe disfrutarse poco a poco.
This Sullen Welsh Heart abre el disco con esa referencia a su Gales natal ya de entrada. “No quiero que mis hijos crezcan como yo”, comienza diciendo Bradfield en esta primera balada acústica en la que le acompaña a la voz la cantautora británica Lucy Rose. Un ritmo de guitarra de lo más dylaniano acompaña la voz de James a la que se une la de Lucy en armonía vocal mientras un sinte rellena el fondo. Un comienzo suave, simple y que deja claro lo que está por venir en el resto del disco. El segundo lugar es para Show Me The Wonder, el segundo single que los Manics nos dejaron escuchar antes de lanzar el disco. Aquí hacen su aparición unas alegres trompetas que acompañarán al resto de la banda (que ya hace aparición en este tema). Se mezclan folk y pop en una pegadiza canción más optimista y saltarina.
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Llega el momento de Rewind The Film, el tema con el que anunciaron en su día el lanzamiento del disco. De nuevo comenzamos con una simple canción acústica a la que se le suma una voz invitada, en esta ocasión la del crooner de Sheffield, Richard Hawley, más que a sus anchas en este sonido y esta atmósfera creada por una letra melancólica, de recuerdos congelados en bucle y que traen el eco de días pasados y, por lo que parece, mejores. La banda va haciendo su aparición durante todo el tema, que acaba estallando en un estupendo arreglo orquestal que terminará por sacarnos las lágrimas si es que no asomaban ya. Es la canción más larga del disco, duración que con sus giros folclóricos y épicos pasa totalmente desapercibida.
«Venga, va, me canto una pero bajito.»
Builder Of Routines comienza con un arpegio al xilófono algo siniestro al que pronto se unen James, su guitarra y el resto de la banda para darle un aire de marcha y más cálido en el estribillo. Varios instrumentos se unen a este tema de impotencia, dejadez y malamente llevada aceptación ante la propia edad que parece escapársele entre los dedos al protagonista. Para 4 Lonely Roads se une a la voz la cantante galesa Cate Le Bon, quien adquiere un papel protagonista en el tema, de aire más alegre que el anterior. Un teclado acompaña la melodía vocal decorándola y añadiéndole matices más juguetones. El bajo pega fuerte y conduce el tema por un derrotero más bailarín que da un giro cerca del minuto dos de canción, donde la cadencia de los acordes de la guitarra la oscurecen, aunque esta no tarda en recuperar su sonido original.
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En (I Miss) The Tokyo Skyline se asoman tímidamente lo que parecen unas guitarras eléctricas y unos samples al más puro estilo U2 que pronto dejan paso a la guitarra y a un violín que comienza a pintar el tema. La voz de James comienza a contarnos de nuevo una historia de añoranza, una especie de fotografía de un viaje o una temporada pasada recordado con alegría, con una especie de melancolía alegre, perfecta para la vuelta de unas buenas vacaciones. Una pequeña caja de ritmos le da al tema un aire futurista que le sienta de maravilla y el violín evoca un sonido oriental perfecto. Quizá se eche de menos un pequeño estallido, algo menos de contención en esta canción con auténtico potencial de single. Anthem For A Lost Cause abre la segunda parte del disco. Guitarra y batería comparten el inicio de un tema de nuevo melancólico en el sentido más triste. Las cuerdas hacen aparición para traernos una triste cadencia para que después la voz de James continúe contándonos la historia que encierra la letra. En el estribillo aparecen de nuevo las trompetas para añadir ese toque épico y melodioso con el que comenzamos el álbum y que ya llevaba un tiempo sin aparecer.
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En octavo lugar tenemos As Holy As The Soil (That Buries Your Skin), canción en la que un gran piano se une a la guitarra de James mientras que los Manics comparten la parte vocal a modo de coro masculino dándole un aire grandioso y esperanzador. De nuevo los vientos acompañan a la melodía principal para añadir algo de calor y buen rollo a la atmósfera lenta y casi marcial, que termina por pasar sin pena ni gloria en realidad. Más desnuda empieza 3 Ways To See Despair: James y un par de guitarras que rasguean unos acordes que acompañan su voz. Entran el bajo y la batería para traernos una armonía más oscura, más Manic, más propia de los temas acústicos y medios tiempos que aparecían en joyas como This Is My Truth Tell Me Yours o Journal For Plague Lovers. ¡Sorpresa! Solo de guitarra en este temazo que a cada minuto nos regala algo más: un extraño ruido vibrante al fondo, letras más retorcidas, una batería pesada y reverberante que restalla al fondo y una sensibilidad muy suya que va construyendo un final algo menos oscuro pero que nos deja con esa sensación de los Manics que siempre hemos conocido. Una auténtica joya.
«No me pongáis esa cara, que todavía me acuerdo de cómo se tocaba esto.»
Running Out Of Fantasy comienza con una especie de contrabajo distorsionado, como a través de una emisora A.M. que de pronto da paso a un arpegio agudo, brillante y cálido que acompaña a la voz de James sin más artificios. Una segunda guitarra entra en juego para ofrecer un arreglo muy Brian May, muy Love Of My Life, un toque casi medieval de guitarra clásica, de romance. En la segunda estrofa se nos unen un piano y un sinte al fondo, a modo de acompañamiento. Instrumentos de cuerda decoran el tema hacia el final de su tercer minuto y este empieza a llenarse de arreglos y pequeños fondos y efectos que hacen sitio a un solo de guitarra acústica al cierre de la canción.
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Esos sintes que decoraban el fondo de los temas pasan a un primer plano en Manorbier, el tema instrumental del disco, que presenta de entrada una atmósfera relajada y oscura que se confirma cuando la guitarra hace su entrada en forma de arpegio. La batería resuena con un eco post-punk al que se unen lo que parecen unos theremines que con su alegre y sencilla melodía de apenas cuatro notas nos regalan un estribillo más cálido. Este extraño sonido marca la línea entre la oscuridad y la alegría pasajera, marcando como el día y la noche de un tema que, sin letra, resume el sentir y el sonido de un disco lleno de contrastes y de idas y venidas.
Los Manics esperan que nos haya gustado y que estemos preparados para el último golpe.
Cierra 30-Year War. Unos vientos inician un tema triste, con sabor a cierre y a despedida. Un bajo ligeramente distorsionado y unos efectos electrónicos al fondo acompañan la voz de James en el tema más políticamente cargado del disco. El estribillo suena más alegre, más esperanzador, más lleno y ejecutado con más garra, al estilo de The Masses Against The Classes (salvando las distancias sonoras, claro). El bajo lleva el peso armónico del tema y da paso a los dos mundos que estrofa y estribillos representan en total contraste. La electrónica se encarga de la parte rítmica de la canción y, de nuevo, un tímido lick de guitarra eléctrica hace su aparición a modo de solo. El tema cierra con el repetitivo mantra “y te pregunto de nuevo ¿qué nos queda por hacer?”, apelando al oyente. Terminan ritmo y bajo en un machacón final que cierra el disco por completo.
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En una primera escucha puede asustar. Pasados los seis primeros temas puede que nos encontremos preguntándonos ¿qué pasa? ¿dónde está el rock, la transgresión, la rabia y la política? ¿dónde está la lírica incómoda y oscura? La paciencia recompensará a quienes sepan primero apreciar esta nueva dirección y después redescubrir cómo los Manics han mezclado este nuevo sonido con el suyo de siempre, con el que llevan fabricando desde finales de los ochenta. Con Rewind The Film, James, Nicky y Sean se han marcado un disco MADURO (con mayúsculas, sí) como pocos, lleno de experiencia, de nuevas sensibilidades y con guiños a su pasado. En definitiva, el disco que todo buen roquero querría sacar a sus cuarentaitantos. Sí, quizá se necesite tiempo para que crezca en nosotros, algo de paciencia. Y sí, se echa de menos la rabia llenaestadios y revientatripas de la que sabemos que son capaces. Pero sigue ahí el pop-rock perfecto condensado en canciones bien escritas, bien ejecutadas y llenas de colores y matices. Perfecto para mira hacia atrás.
Nota de los usuarios:
[ratings]
Tracklist:
1. ‘This Sullen Welsh Heart’ (con Lucy Rose) (4:14)
2. ‘Show Me The Wonder’ (3:19)
3. ‘Rewind The Film’ (con Richard Hawley) (6:37)
4. ‘Builder Of Routines’ (2:29)
5. ’4 Lonely Roads’ (con Cate Le Bon) (2:54)
6. ‘(I Miss The) Tokyo Skyline’ (3:47)
7. ‘Anthem For A Lost Cause’ (3:52)
8. ‘As Holy As The Soil (That Buries Your Skin)’ (3:20)
9. ’3 Ways To See Despair’ (3:17)
10. ‘Running Out Of Fantasy’ (4:09)
11. ‘Manorbier’ (4:32)
12. ’30 Year War’ (5:11)
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