Archivo de la categoría: Críticas

¿Os interesa leer nuestras reseñas sobre discos? En esta sección analizamos los álbumes que más nos interesan y damos nuestra opinión sobre ellos. Además, vosotros también podéis hacerlo y votar, que eso siempre gusta.

Cults – Cults (In the Name of, 2011)

Ante una nueva banda que llega acompañada del suficiente ruido mediático (entendido esto no como que te radien en Los 40, sino en forma del apoyo de NME, Pitchfork y compañía), lo que prima es la inmediatez, el cubrir la quiniela en la que solo cabe el 1 o el 2: en uno u otro sentido, pero decantarse antes que el de al lado, y de manera más vehemente que nadie. O son lo mejor que ha pisado jamás un escenario (aunque el público más numeroso con el que hayan contado sean su padre y su hermana, mientras grababan la maqueta en su habitación con el Garageband), o son síntoma y causa de todos los males de la música contemporánea.

Transcurridos cerca de cuatro meses desde la publicación del homónimo primer largo de Cults (a su vez, culminación de un año largo de expectación del mundillo tras las pinceladas de su talento que iban dosificando para no quemarse antes del lanzamiento, y que gozaron del megáfono de, especialmente, la citada Pitchfork, que les colocó la tan deseada etiqueta de Best new track con Go outside) y, por tanto, descartada ya la baza de la prontitud, toca el balance, la memoria histórica, la genialidad que se te ocurre para responder a un desplante cuando ya hace media hora que estás de vuelta en casa.

Cults

Mover el esqueleto.

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Alberto Iglesias – La piel que habito (2011)

El reguero de cadáveres en las cunetas que ha ido dejando la resaca de la movida madrileña no menoscaba su condición de centro de masas de la cultura española en democracia, porque, así como se cuentan por centenares los que desaparecieron del mapa (los tan recomendables como hoy olvidados Polanski y el ardor, por ejemplo) o, peor, los que deberían haberlo hecho (el papel de cabeza de turco en este apartado se lo asigno a Santiago Auserón), también son notables los casos de artistas que han sabido reconvertirse y adaptar su discurso a los tiempos cambiantes.

En el caso del estandarte de este período, Pedro Almodóvar, resulta fácil trazar esa transición, el abandono de la astracanada para dar rienda suelta a su pasión por los Stahl o Sirk que llevan toda la vida, crítica tras crítica, persiguiéndolo. En lo musical, esta mutación se traduce en el abandono de las partituras de Bernardo Bonezzi, con un estilo más, digamos, desenfadado y, tras experimentar con grandes nombres y resultados discutibles (Morricone en ¡Átame!, Sakamoto en Tacones lejanos) o abandonar el score en favor del formato de muestrario de canciones (Kika), unirse profesionalmente a quien, por aquel entonces, era el semidesconocido compositor de un primerizo Médem: Alberto Iglesias.

Este matrimonio se aproxima ya a los veinte años de duración (muy lejos del que liga a John Williams y Steven Spielberg, cuya duración dobla la de este, pero sin apenas parangón dentro del panorama patrio, salvo por las composiciones de José Nieto para el cine de Vicente Aranda), y, con una innegable realimentación (ninguno llegaría hasta donde ha llegado sin la figura del otro al lado), ha logrado el reconocimiento unánime de la crítica nacional, europea e incluso estadounidense, con nominaciones a los Oscar para ambos, que el manchego ha llegado incluso a materializar, por no hablar de los nueve premios Goya, nueve, del donostiarra, figura de referencia de la composición para películas, del mismo modo que Almodóvar lo es de la realización. Las analogías con los autores de Parque jurásico son interminables.

La piel que habito

Un score de Iglesias.

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Machine Head – Unto The Locust (2011): de obra maestra en obra maestra

En 2007 salía al mercado el disco que está considerado como el mejor álbum de metal de la última década por muchos, entre los que me incluyo: The Blackening. Machine Head logró su masterpiece personal tras mucho sudor y lágrimas al sexto intento. Muchas cosas pasaron desde su primer álbum, Burn My Eyes, en 1994. Ya por aquel entonces nos encandilaron con uno de los temas que todavía es uno de los himnos del grupo, Davidian. Su sonido groove metal característico, en auge tras la aparición de Pantera en la escena, junto con elementos propios del thrash y muy lejos de lo que cabría esperar de un grupo con el nombre de un disco de Deep Purple, no dejó indiferente a nadie. Aún así, no todo fueron éxitos en su carrera. Tras varios álbumes de estudio, la banda estuvo a punto de separarse en 2002 por culpa de los malos resultados de Supercharger, cuarto LP de su carrera y que había salido tan sólo tres semanas después del famoso 11 de septiembre del 2001. El karma quiso que el vídeo de uno de los temas (Crashing Around You) contuviese imágenes de edificios en llamas, hecho que provocó una repulsa inmediata y absoluta de los medios a su trabajo. Finalmente consiguieron sobrepasar ese enorme bache y menos mal, ya que nos habríamos quedado sin discos como el antedicho The Blackening y éste del que os voy a hablar, Unto The Locust.

Machine Head

Cuatro años de espera… ¿valdría la pena?

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Marea – En mi hambre mando yo: más de lo mismo

¿Habéis escuchado el nuevo disco de Marea? Yo no, porque lo que se dice de nuevo… no tiene nada. Así como Extremoduro tiene esa capacidad de reinventarse una y otra vez, Marea publica un trabajo y todo lo que parece es que estés escuchando cualquiera de los anteriores. Sí, las comparaciones son tan odiosas como inevitables. De más joven creía que me gustaban los navarros. Bueno, para ser sinceros me gustaba ese sonido rock, esas letras barrocas y esa voz rasgada de Kutxi Romero. Pero al dejar macerando el gusto musical en otros estilos y grupos uno se da cuenta de que esto no es más que una y otra vez el mismo tipo de canción. Que cambian las letras (y muy trabajadas, de acuerdo), pero eso se puede arreglar sacando un libro de vez en cuando en lugar de cargar con la pesada tarea de tener que ponerle música, ¿no?

Marea - En mi hambre mando yo

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Recordamos «The Decline», el disco/canción de 18 minutos de NOFX

En algunas ocasiones no hace falta preocuparse de que sea una fecha señalada, un aniversario o exista alguna noticia relacionada con la banda. NOFX han sido uno de los grupos estandartes del punk californiano de los 90 sino su máximo representante. Su legado se ha extendido tanto que aún a día de hoy llenan salas, siguen grabando (y vendiendo) discos y sus fans por todo el mundo se cuentan por millones y millones. No en vano los han bautizado en muchas ocasiones como los reyes del punk-rock actual.

NOFX - The Decline

Por eso cuando mi colega James Ulrich me hablaba de la iniciativa que salía a flote hace unos días de reunir al Big Four del punk noventero, casi no me podía creer que entre esos cuatro no incluyeran a NOFX, aún teniendo en cuenta que para meterlos habría que quitar a alguno de los otros, también vacas sagradas del movimiento. Pero si tomamos 1994 como la explosión de este estilo, solo nos cabe recordar que fue el año de salida de Punk In Drublic

Para resarcirme de esta magna injusticia, os voy a hablar de uno de los hijos más curiosos que ha tenido la banda en estos casi 30 años de carrera: The Decline. The Decline es un EP que tiene como peculiaridad estar formado por una sola canción. Vosotros podéis pensar «Jimmy Jazz desconoce el formato single» pero no, The Decline tiene una sola canción pero lo especial es que ésta dura 18 minutos.

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