Sería genial que se convirtiera en tradición que con cada nuevo disco de Manel, visitaran también tierras gallegas, ¿verdad? Ahora que por fin son un fenómeno lejos de su comunidad autónoma, queda demostrado que hay muy buenos grupos para los amantes del indie-folk en nuestro país. Puede que desde entonces hayan cambiado un poco el envoltorio de sus canciones, pero la esencia sigue siendo la misma. Atrás quedan aquellos conciertos donde la gente apenas podía tararear las letras. Como sucede con grupos con un estilo tan propio como ellos, es difícil encontrar unos teloneros a la altura, pero Caxade, con su casi recién estrenado proyecto y un estilo tan personal, han demostrado estar más que a la altura.
La responsabilidad de tener muchas miradas expectantes ante los sonidos que creaban con un acordeón, trompeta, platillos, batería, y bombardino, no irrumpieron lo más mínimo a la hora de expresar su música, ya que, desde mi pequeño punto de vista, eso es lo que empequeñece o engrandece a un grupo que está ‘naciendo’ De esto, Caxade son realmente conscientes y conocedores de cómo hay que empezar un directo. Pisaban el escenario a oscuras del Playa Club sobre las doce y veinte de la noche, sin más iluminación (en casi toda la sala) que un tímido rayo de luz rojo. Y silbato de afilador en mano, dieron comienzo a su Introido con la llamada a gritos del Afiador da realidade. Sólo hicieron falta los primeros acordes y en concreto las primeras notas del acordeón (qué genialidad de instrumento, ¿verdad?) para transmitir a cada una de las neuronas de los allí presentes impulsos y órdenes. Y ojalá éstas hubieran sido de silencio durante toda la velada.
Pistoletazo de salida con las dos primeras del disco y llegaba A dança dos moscas, la homónima al álbum debut. Inusual composición la de este grupo si la comparamos con lo que nos encontramos hoy en día en el panorama musical gallego, ¿no? Algo que por otro lado les da una seña de identidad aunque ya los hayamos clasificado como ‘Os Beirut galeguiños’ y sus letras sean totalmente reivindicativas. Tras Sr. Xorda, la trompeta (para quitarse el sombrero), bombardino y acordeón hicieron que el peso de la música recayera totalmente sobre instrumentos de viento, que junto al ritmo de la batería y los platillos hicieron que el resultado de Gente Pota fuera totalmente loable. Cuarta marcha y velocidad de revolución elevada. El cuarteto encaraba el final de su directo con una interpretación totalmente populista, trayéndonos a la mente proclamas políticas, con Foliom da Rebeliom. Ella condujo hasta un bis para encontrar «a diferenza entre ben e mal da dualidade das persoas» con Capadores de Extraterrestres y nuestro baile un poco desacompasado, pero no por ello menos divertido, puso la guinda final a su concierto. Esperemos que se pongan más pronto que tarde a modelar nuevas canciones. Las necesitamos, de verdad.
Se acercaba la hora del concierto de Manel y el público, algo disperso, esperaba ansioso a que apareciera la banda catalana para presentar su último trabajo Atletes, baixin de l’escenari. Los cuatro músicos, aparecieron en el escenario e iniciaron su directo con Vés bruixot!. Un inicio más que propicio gracias al buen ambiente que habían dejado sus predecesores. Sus guitarras y melodías sonaban cristalinas y el buen rollo y complicidad en el escenario entre los músicos era más que visible. Dieron puntadas para hilar retales de sus tres trabajos dejando entrever temas como: Ja era fort y Desapareixíem lentament, seguidas de El Gran Salt y Flor Grofa, y uno de los puntos álgidos del concierto fue dedicar Banda de Rock a uno de sus grupos más admirados y que anunciaron su disolución hace poco, Antònia Font. Con A veure què en fem y su crescendo final, ese que tantas veces hemos querido cantar («Tenim una oportunitat»), la comunión era absoluta, parecía que la sala fuera a estallar de un momento a otro, y que durante el gran karaoke colectivo final con La Gent Normal, una versión de la famosa Common People de Pulp, empezarían a caer los que estaban pegados a la valla en primer fila.
Sin embargo, no fue sólo la voz de Guillem y las historias atropelladas que nos contaba mediante, las responsables de la complicidad que se vivió la noche del pasado sábado. Porque, en el último tercio del concierto y obligados por las palmas y tras Boomerang y tocarnos la fibra sensible con Mort d’un heroi romàntic y La canço del soldadet, llegaba el turno de esa batería tan marcada protagonizada por Arnau y esa guitarra tan brit pop en Quin dia feia, amics…
Pero donde realmente el público enloqueció fue en la recta final del concierto, donde Manel querían terminar por todo lo alto y la cosa pareció arrancar de verdad. Fue encadenar unos cuantos hits del calibre de Ai, Dolors!, Benvolgut y los bailes raros acompañando a Teresa Rampell, a petición de los músicos donde la gente se desmelenó por completo: palmas, brazos moviéndose sin rumbo, botas en la cabeza… Más de una hora después sabíamos que la despedida estaba cerca, pero el buen ambiente que se sentía, marcaba claramente un retorno sin mayor insistencia. Y así fue. Sabíamos que volverían a salir, sabían que íbamos a gritar «otra, otra», y la verdad es que todo fue tal como se preveía. Volvieron con En la que el Bernat se’t troba y muchos entre el público respondieron acompañando a los catalanes en los silbidos, en los coros… Y entonces nos pusieron a chillar Al mar! (qué mejor sitio para gritarlo) y dijeron que quieren volver y que lo harán pronto. Y nosotros, pues eso, encantados.
Manel: Página oficial | Facebook | Twitter | Last.fm
Caxade: Página oficial | Facebook | Twitter | Last.fm