Frente a festivales que optan por un marketing basado en la diferenciación, convertidos en pequeños guetos de lo gafapasta, lo heavy o lo popero (no es necesario etiquetar con unos nombres que a bien seguro que ya tenéis vosotros en mente), contrastan un año tras otro las ofertas del Bilbao BBK Live, donde es tan difícil que te guste todo como que no te guste nada, y que dan lugar a un eclecticismo patente tanto dentro como fuera del escenario. Si nos empeñamos en trazar una tendencia, podría destacarse la omnipresencia de lo inglés (nuevamente, también entre el público), pero sin que esto signifique musicalmente mucho más que la correlación que uno pueda hallar entre propuestas tan dispares como las de Four Tet y los Maccabees.
Por fin llegó la fecha que parecía tan lejana cuando nos hicimos con nuestros abonos con la sola noticia de que Radiohead y The Cure pasarían por nuestro país con fechas exclusivas en el festival. Desde el día uno las confirmaciones se fueron sucediendo y a alguna pequeña decepción le siguió más de una sorpresa agradable: Garbage, Keane, The Kooks, Mumford And Sons, Band Of Skulls, Sum 41 y algunos otros pelotazos nacionales acabaron confirmando una cita de la que os traemos (con algo de retraso, pero es que aún nos estamos recuperando) un resumen fresquito y para toda la familia.
La primera jornada la abrieron en el escenario principal The Gift, pero mi atención se centraba a cuarenta minutos de su concierto, en el escenario 2: Lori Meyers. Con un concierto en el que los hits se sucedieron sin tregua y el sol de justicia que fue calentando el ambiente hasta el climax final con Mi Realidad, los Lori se marcaron una sesión de pop-rock patrio sin tregua y con garra, sin duda una de las mejores formas de empezar la fiesta. No faltaron las referencias a su querida Granada y la entrega del no poco numeroso público allí congregado para la ocasión (a pesar de la hora y del calor asifixiante) y del propio grupo desde el primer acorde, que hicieron de este primer concierto un aperitivo más que suficiente para ir calentando motores.
Cincuenta minutos más tarde los ingleses Band Of Skulls ya estaban dando caña en el escenario principal. Con su sobria y sencilla presencia sobre el escenario, guitarra, bajo y batería en mano, el trío de blues se marcó una sucesión de sus mejores temas sin apenas tregua. I Know What I Am, Light Of The Morning, Death By Diamonds And Pearls… Blues-rock de pegada poderosa y maestría evidente en su interpretación. Sin más artificios que su sonido simple pero impecable y con la seguridad que sus dos sólidos discos les dan, ofrecieron otros cincuenta minutos de rock y buena música para ir animando la jornada que esperaba impaciente los platos fuertes del día. De nuevo en el escenario 2 hacía unos instantes que habían empezado a tocar The Maccabees, uno de los grupos revelación de este último año con su último trabajo, Given To The Wild.
Concentración bluesera de buena tarde, con la caló.
A las diez menos veinte minutos de la noche, ya oscurecido el monte, se subió al escenario uno de los primeros platos fuertes de la primera jornada del festival: Snow Patrol. Mi predisposición para este concierto no era muy buena, digamos que siempre me ha parecido un grupo muy plano, con talento sin duda para componer himnos pop y canciones que llegan a la fibra más sensible del oyente, pero sin garra. Ni un solo subidón, ni un susto, ni un cambio de dirección. Los temas desarrollan una estructura, un sonido que los construye y que no pasa de ahí. En directo se imprime algo de energía en los temas, pero no tanta como me gustaría. Hands Open fue, sin embargo, un gran comienzo con energía y actitud, pero más allá de eso las sintonías de series de médicos y las baladas planas fueron as protagonistas.
En anteriores capítulos de Anatomía de Grey…
La hora de finalización de este último concierto y la necesidad de hacerse con un sitio decente para el cabeza de ese día, The Cure, nos impidieron disfrutar de propuestas más que itneresantes en el cartel, como Jon Spencer, pero un cabeza es un cabeza. Antes de contaros como lo viví yo, Pero Vistes Bien tiene unas palabras que dedicar al recital de la mítica banda:
Unos problemas técnicos fueron los causantes de que el concierto comenzase con un retraso inusitado dentro de un festival que tiene de británica hasta la puntualidad. Para amenizar la espera, a Robert Smith le pareció buena idea empezar la fiesta acompañado de la acústica, incluso adelantando Boys don’t cry. Tras tres temas, las cosas volvieron a la normalidad y los incondicionales de la banda pudieron disfrutar de las tres horas de concierto prometidas, con las que parecían querer competir ante el mamotreto ofrecido semanas antes por Bruce Springsteen en Madrid; para los menos incondicionales, no faltaron los clásicos (¡como para que encima faltasen los clásicos!) para disfrutar a pequeños entre la inmensidad de un setlist que casi alcanza los cuarenta temas.
Vamos, Rober, sal a bailar.
Matizando lo que apunta mi compañero, sí, el detalle de The Cure tras los retrasos en el concierto son más que loables: solo el hecho de que el propio Smith salte al escenario para decir por qué no están tocando ya es todo un detalle con el que nos habríamos conformado, pero marcarse del tirón Three Imaginary Boys, Fire In Cairo y Boys Don’t Cry en acústico ya fue el recopetín. Luego empezó el show de verdad y, sinceramente, más habría valido calidad que cantidad. Me explico, guardad las armas. Es más que de agradecer un concierto tan variado y tan largo y más en un festival, es más que de agradecer que el grupo se deje la piel, pero cuando el esquema del setlist viene a resumirse en «temazo-WTF WTF WTF WTF-temacillo-WTF WTF-temazo-WTF WTF» la cosa acaba cansando (al menos a un servidor). Cada vez que empezaba un nuevo tema y, efectivamente, se trataba de una de esas rarezas, una especie de pequeña desilusión invadió mi corazón hasta el punto de llegar a aburrir en tramos del concierto. En elegir un buen setlist, contentar y sorprender y saber resumir una carrera también está la gracia, señores.
El tiempo no pasaba (para ellos).
Cerraban el día otro de los grupos que hacían brillar el cartel, Bloc Party. Por circunstancias ajenas a la organización, y no sin poco pesar, me fue imposible verlos (en gran parte por culpa del dilatadísimo concierto de The Cure, que se los merendó), pero mi compañero fue algo más cauteloso, decidió dejar a los Cure con sus cábalas de tres horas a la mitad y se pasó por allí:
En esto del rock guitarrero hay quien, como Kele Okereke, líder de Bloc Party, puede permitirse dar un concierto en piloto automático que, sin embargo, sacie a todos los presentes (presentes en el bibikei, como el frontman se encargaba de recordar periódicamente, para que nos quedase claro que sabía dónde estaba y este no era un concierto más): lo que se llama triunfar con la gorra (con la gorra, je, je, ¿captáis?), vaya. Contaron con la competencia inesperada de The Cure y los británicos (o sea, los otros británicos) decidieron jugársela a caballo ganador e ir distribuyendo melocotonazo tras melocotonazo a modo de dispensadores Pez: agitando la cabeza, precisos, pero sin que tampoco sea cuestión de pasarse de sabor. No faltaron Hunting for Witches, Banquet, ni This Modern Love, pero también hubo tiempo para presentar en sociedad su milimetrado último single, Octopus, recién salido del horno, o para hacer un poco el canelo fusionando su Flux con nada menos que We found Love, de Rihanna. Y para cerrar, yendo otra vez a lo seguro, con Helicopter. Si funciona, no lo toques.
Y con lo que me ha contado Pero vistes bien cerramos este especial que en su próxima edición resumirá el gran día, el día en el que el cabeza de cartel estaba bordado con auténticas letras de oro.
Fotos: Musicsnapper & Tom Hagen
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